martes, 17 de marzo de 2009

François Buorgeon, el pasajero del tiempo


Querido S.:


El cómic de aventuras goza de amplia predicación desde siempre. Desde Terry y los piratas a Tintín y Corto Maltés, es uno de los géneros mejor aceptados por el público. No es de extrañar que la fabulosa obra de François Bourgeon (1945) levantase una ola de admiración hacia el género histórico/aventurero.



Bourgeon nació en París y, tras graduarse en Artes Clásicas, publicó su primer cómic en 1972: El enemigo viene del mar. En 1979 recibió el premio Angoulême por la primera parte de Los pasajeros del viento, una pentalogía acerca de la trata de esclavos con la que renovó profundamente el género histórico. La obra transcurre en el s. XVIII, el Siglo de las Luces que, como es habitual en la Historia, alterna el progreso más decidido con la barbarie más absoluta. La obra retrata con detallismo la vida en un buque de guerra de la época, los usos aristocráticos, la vida en las colonias africanas y el horror del esclavismo. Todo ello basado en una abundante documentación, un ágil ritmo narrativo, un acusado erotismo y un dibujo minucioso y atractivo que hacen de ésta la obra más redonda de Bourgeon. El éxito del cómic supuso un revival del género en Francia. Surgió una legión de cómics “inspirados” en Los pasajeros del viento; uno de los más afortunados es Las siete vidas del gavilán.



En su siguiente saga, la trilogía Los compañeros del crepúsculo, se adentra en el medievo francés con el mismo puntillismo que en Los pasajeros. Esta vez da un giro hacia la fantasía ausente en las obras anteriores, relacionado profundamente con el estudio del folclore francés. Esta ampliación de miras se refleja en la obra (es de suponer que parejamente a la vida real) con el uso de hierbas y hongos alucinógenos. El ambiente natural y fantástico de las dos primeras partes (El sortilegio del bosque de las brumas y El eclipse azul) se abandona en la tercera, El último canto de los Malaterre, en favor del espacio urbano y las disputas de linaje.



Ya en la década de los 90, Bourgeon publicó en calidad de guionista y con Claude Lacroix como dibujante, Historia de Cyann, una interesante saga de ciencia-ficción. La imaginación y el talento de Bourgeon le convierten en uno de los monstruos vivos del cómic francés (recuérdame que otro día te hable de Moebius, el auténtico coloso de la historieta que sigue en activo y puede ser comparado sin miedo a los grandes clásicos). Te he pergeñado este post por la reciente noticia de que Bourgeon va a sacar la continuación de Los pasajeros del viento, prueba de fuego que no sé cómo este hombre ha tenido el valor de afrontar. Será, en fin, uno de los grandes acontecimientos comiqueros de este año. Estaremos vigilando.


Un abrazo,


Á.


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En cualquier caso, asegura Crisogloto, nada hay entre los gentiles que cuadre tanto a un cristiano ‘como lo que Sócrates, a punto de beber la cicuta que los atenienses le enviaron a la cárcel, dijo a Critón: ‘Si Dios aprobará mi obra, yo no lo sé. Por mi parte, siempre me esforcé por agradarle, de modo que tengo la esperanza de que dé por buenos mis intentos’” (Fedón, 69d). Es entonces cuando suena el fragmento más célebre de Erasmo, la invocación a modo de letanía con que Nefalio saluda tales palabras:


Sancte Socrates, ora pro nobis!


Como sea, frente a la humilde serenidad con que Sócrates se pone en las manos de Dios, ¡qué penosa la muerte de tantos cristianos, unos desesperados por los escrúpulos de necios confesores, otros absurdamente confiados en supersticiones y ceremonias vanas! Hasta a morir, en suma, pueden enseñar los paganos.


FRANCISCO RICO, El sueño del humanismo (De Petrarca a Erasmo)


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