1. Mil años de poesía europea
Francisco Rico ha compilado una selección representativa de los mil años de poesía en Europa para uso de aquellos que no frecuentan habitualmente la lírica. Cada autor tiene una nutrida selección de poemas que va mostrando los cambios de estilo y forma. Empezamos con la desvergüenza y espontaneidad de la “canción de mujer" de la lírica medieval:
¿Por qué me pega el marido?
aaaa¡Pobrecita!
aaaaYo nada malo le he hecho,
ni he dicho nada molesto,
aunque traje al otro al lecho,
aaaade solita.
¿Por qué me pega el marido?
aaaa¡Pobrecita!
aaaaY si seguir no me deja
ni darme la vida buena
que por cornudo se tenga.
aaaa¡Ésta es fija!
¿Por qué me pega el marido?
aaaa¡Pobrecita!
aaaaBien sé lo que voy a hacer
y cómo me vengaré:
con mi amigo me echaré
aaaadesnudita.
¿Por qué me pega el marido?
aaaa¡Pobrecita!
(Trad. de Francisco Rico)
En el siglo XVII encontramos una muestra de la religiosidad barroca y atormentada de John Donne:
aaaaSoy un mundo en pequeño hábilmente tejido
de materia y de espíritu que es de origen angélico,
pero el negro pecado hunde en la noche eterna
de mi mundo ambas partes, y ambas deben morir.
aaaaLos que habéis encontrado más allá de altos cielos
nuevos orbes, pudiendo describir nuevas tierras,
derramad nuevos mares en mis ojos, y así
que se ahogue mi mundo con mi llanto, o lo lave
aaaasi no está destinado a sufrir un naufragio.
¡Pero no, que ha de arder! Hasta ahora las llamas
de lujuria y de envidia lo han quemado y lo han hecho
aaaaaún más ruin. Haz, Señor, que este fuego se apague,
y que yo arda por Ti y tu casa con celo
encendido que sana y consume a la vez.
(Trad. de Carlos Pujol)
Y ya en el s. XX, Ôsip Mandelstam es devorado por la dictadura soviética por ridiculizar a Stalin en uno de sus poemas. Murió encerrado en el gulag, yendo de un lado a otro como un zombi mientras recitaba en italiano versos de Petrarca.
LENINGRADO
aaaaHe vuelto a mi ciudad –lágrimas en los ojos,
mi fiebre infantil, mi sangre y mis venas.
aaaaSi has vuelto, entonces bebe pronto
el jarabe de los faros de este río.
aaaaReconoce ese día de diciembre,
siniestro alquitrán mezclado con yema.
aaaa¡Aún no quiero morir, Petersburgo!
Tienes mis teléfonos aún.
aaaaAún guardo direcciones, Petersburgo,
donde hallaré las voces de los muertos.
aaaaVivo en la escalera y en la sien
el timbre arrancado me golpea.
aaaaY espero a invitados en la noche
moviendo los grilletes de la puerta.
(Trad. de Lola Díaz)
2. Confesiones. Vivir en el fuego, de Marina Tsvietáieva

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