domingo, 3 de abril de 2011

Los tres Adolf de Osamu Tezuka

La política de los grandes estudios de manga japoneses, una suerte de producción industrial con un calendario y unas normas que han de cumplirse a rajatabla, somete al artista de genio a unas normas muy estrictas que éste ha de volver en su favor para imprimir un sello propio a su obra. Podría establecerse un paralelismo, guardando las distancias, con las películas de la era dorada de Hollywood. Los grandes estudios guardaban un ceñido control de lo que el director hacía con el material para que la película no tomase un rumbo excesivamente personal que auyentara al público. Sin embargo, los grandes directores (John Ford, Hitchcock, Hawks, Welles...) conseguían darle un tratamiento personal a lo narrado, creando piezas que aún hoy se ven con asombro y veneración. Tales directores se veían como artesanos, como trabajadores del entertainment system. En la inabarcable industria del manga sucede algo similar. El autor que firma la obra cuenta con un estudio que le ha ayudado a terminar el trabajo (añadiendo sombras o dibujando los fondos) dentro de los plazos de entrega, sin mengua de la autoría del autor-estrella. En este contexto se entienden mejor la mastodóntica obra de Osamu Tezuka y la saga de la que me ocupo hoy, Adolf.


Un periodista japonés, Sohei Toge, cubre las Olimpiadas en el Berlín nazi. Su hermano, un activista relacionado con la Rusia soviética, intenta darle unos documentos muy importantes que podrían desestabilizar al régimen nazi pero es asesinado antes. Investigando el crimen descubre que dichos documentos probarían que Adolf Hitler tiene ascendencia judía. Mientras, en Japón juegan dos niños de orígenes muy distintos, pero ambos extranjeros en su patria: Adolf Kamil es hijo de unos panaderos judíos; Adolf Kaufmann es hijo de un alto funcionario alemán casado con una japonesa. La vida de los dos muchachos está fuertemente ligada a dichos documentos.

Éste es el embrión del argumento de la obra. Pero no da ni una pálida idea de la cantidad de tramas, subtramas, personajes y registros que abarcan las más de mil páginas de este manga. Tezuka parece un avezado lector de las grandes novelas del s. XIX y desarrolla con firmeza admirable una trama que abarca casi 50 años de la historia mundial y se ambienta en varios continentes. Desde la Europa nazi al Japón de la II Guerra Mundial, o de los hielos perpetuos del Ártico a los desiertos de Oriente Medio, la historia no concede respiro al lector. El dibujo de Tezuka, cercano a las tiras de prensa americanas, adolece de un aire caricaturesco algo molesto al principio pero que según avanza la historia se muestra muy efectivo y versátil. La trama de espionaje pronto deriva en la política ficción y en el melodrama, pero con una sabiduría en el pulso narrativo y en la dosificación del peculiar humor japonés que hace casi imposible abandonar la lectura.


La firme postura humanista de Tezuka abunda en la muestra de los horrores de la guerra y el totalitarismo. La continua vigilancia de la policía secreta no deja espacio para la vida privada y no tiene reparos a la hora de torturar a un sospechoso. La propaganda envenena la convivencia de la sociedad civil esparciendo rumores que son acusaciones que son a menudo condenas de muerte. El machismo y el militarismo de la sociedad japonesa no salen mejor parados: las mujeres y los jóvenes son continuamente pisoteados y limitados en nombre de la tradición. Pero la palma de las brutalidades se la llevan, por supuesto, los nazis: las doctrinas acerca de la superioridad racial de los arios, la glorificación del deporte y la fuerza física, el desprecio del sufrimiento ajeno conducen a la creación de unos monstruos que llevaron a la guerra a todo el planeta y acabaron exterminando industrialmente a 6 millones de seres humanos. Los efectos de la educación nazi se ejemplifican especialmente en el joven Kaufmann, quien irá acabando progresivamente con todos sus escrúpulos a la par que somete su voluntad al Führer.


Insisto en el paralelismo con los novelones del s. XIX por los complejísimos caminos por los que discurre la trama, llena de coincidencias y recurrencias argumentales dignas de Los miserables o Historia de dos ciudades. Aunque la pericia narrativa de Tezuka no deja ningún punto muerto y la fuerza de la historia arrastra al lector por los momentos de amor y sufrimiento que conmueven a los personajes. Esta indudable obra maestra ha sido editada por Planeta DeAgostini en dos cómodos volumen que, aunque sin respetar el sentido de lectura original (recordemos que en Japón los libros se leen de atrás hacia adelante), se leen muy gratamente y recogen de manera asequible esta torrencial historia. No os lo perdáis.

Adolf, de Osamu Tezuka
Traducción de Jesús Pece
2 vols
647 & 616 págs
Planeta DeAgostini

3 comentarios:

  1. Creo que has logrado que aparezca esa curiosidad que de vez en cuando surge en torno a una obra. Ya de por si la edición por lo que veo en la fotografía está muy bien cuidada y la historia es de esas que seguro no te dejan indiferente, ¿no es así?. A ver si lo encuentro pòr ahí y me lo leo. Muy bueno el post!

    P.D. No sé lo que ha pasado pero no me reconoce el nombre de wordpress cuando he ido a firmar con el perfil de wordpress... misterios de la tecnología!

    Un saludo

    MrWilliam

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  2. Me alegra múchísimo escuchar eso. Pues lo que pretendemos todos los que predicamos en el desierto escribiendo blogs es dejar una pequeña huella en alguien.

    Ten por seguro que no te arrepentirás. Tezuka es considerado el padre del manga actual en su país por obras como este Adolf o el mítico Astroboy. Lo que más em ha sorprendida de esta saga-río es la facilidad con que se lee y la mano firme con que se conducen las diversas tramas.

    Misterios de la tecnología, sí. Hay días en que Google debe estar saturado y da errores como ése. ¡Paciencia!

    Un saludo!!

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  3. Decididamente no voy a tener más remedio que leerlo!

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