Dos hombres se conocen casualmente en el Estambul de comienzos del s. XX. Traban amistad inmediatamente y en una vieja taberna judía beben sin tregua, exponen sus visiones del mundo con la pasión y el convencimiento de la juventud, polemizan, se descubren abismalmente antagónicos y, por ello mismo, radicalmente semejantes. En plena borrachera hacen una apuesta: uno se dedicará a cometer crímenes que han de quedar impunes. El otro ha de intentar inculparlo de ellos. Lo que parecía el delirio de dos borrachos se convertirá a la mañana siguiente en un férreo pacto que los ligará para el resto de sus vidas.
Éste es el corazón de la magnífica novela de Friedrich Dürrenmatt El juez y su verdugo, aunque su comienzo no deja entrever el energuménico desafío metafísico que se revela más adelante. En un camino que conduce a una remota aldea suiza, un policía encuentra el cadáver de Schmied, un criminalista del cuerpo de policía suizo. El caso se le encarga al superior de Schmied, el comisario Bärlach, quien además elige como ayudante al eficiente Tschanz. Pronto salta el contraste entre el profesional y moderno Tschanz y el lacónico y desganado comisario Bärlach, quien desde el comienzo tiene la certeza de quién es el culpable. La investigación se adentra en los parajes de la alta diplomacia y los negocios internacionales, pero Bärlach sabe que todo eso es accesorio. La partida está definida desde mucho antes, desde un lejano día en Constantinopla.
Lo que comienza como una historia policial en cierta manera simenoniana (el comisario Bärlach sin duda está dibujado à la Maigret) se desplaza inopinadamente a un plano metafísico en el que dos hombres sostienen una contienda perpetua. ¿Qué pasó en aquella taberna judía de Constantinopla? Sin duda dos almas jóvenes se sinceraron hasta el extremo y se descubrieron irresolublemente antagónicas. Pero además el horror de la desnudez les dejó entrever una imagen horriblemente similar. En palabras de Gil de Biedma:
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
En este juego a vida o muerte se produce un trasvase similar al de don Quijote y Sancho, en el que éste se quijotiza y aquél se sanchifica: la partida sólo puede acabar con un movimiento definitivo y mortal que revele la asunción de la esencia del contrario. El abismo les devuelve la mirada.Aunque al final se retoma la veta simenoniana en la que los crímenes son modos de dar cauce a las mezquindades y las bajas pasiones.
Sin haber leído antes nada de Dürrenmatt, esta sobresaliente novela incita a sumergirse en su obra. En poco más de 150 páginas en las que nada sobra ni nada falta el autor narra, envueltas en un misterio, las motivaciones y las bajezas de unos personajes inolvidables. Los personajes y las situaciones están descritas con mano maestra gracias a un estilo literario preciso y rico, muy superior al habitual en este tipo de novelas, y un bien dosificado sentido del humor. De momento el mejor hallazgo que debo a la Guía de la novela negra que reseñé hace poco. Imprescindible.
El juez y su verdugo, de Friedrich Dürrenmatt
Traducción de Juan José del Solar
166 págs
Fábula
Tusquets Editores
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