domingo, 2 de diciembre de 2007

Dr. Fleischman...



Haciendo un repaso por las series de mayor calidad hoy (y que suelen coincidir con las de mayor éxito, con notables excepciones, véase Los Serrano), hay dos recursos que los guionistas han aprovechado a conciencia: 1.) el protagonista borde y carismático, genio en su profesión, sarcástico, vividor y encima un jincador nato (House, Shark, Boston Legal); y 2.) el final inesperado, el giro sorprendente de la trama, el folletinesco descúbralo la próxima semana, motivos explotados hasta el ridículo en Perdidos.
Pero la brillantez actual del mundo de las series ofrece muchas más posibilidades: así, destacan por su calidad las producciones que ofrecen el retrato de una colectividad, ya sea la Roma pre-imperial (Roma) o un pueblecito minero sin leyes ni autoridad en el far-west (Deadwood). Un extraordinario precedente de este último tipo es Doctor en Alaska.
Un médico judío de Nueva York recién licenciado, Joel Fleischman, se ve obligado a permanecer cuatro años en un pueblo remoto de Alaska, Cicely, por una cláusula de la letra pequeña de su beca. Allí conoce a la estrambótica población local, una galería de personajes a cada cual más raro y entrañable:
Maurice Minnifield es el fundador del pueblo, un astronauta retirado que quiere construir una gran urbe en Alaska. Toda ciudad ha de tener un buen médico y Maurice no duda en traerse uno desde Nueva York, instalándolo en lo que llama "la Costa Azul de Alaska".



Maggy O'Connell, interpretada por la guapísima Janine Turner (esos labios son un pecado), es la piloto del pueblo y la temperamental casera de Joel.
También encontramos a Chris retransmitiendo desde la radio del pueblo; a Holling y Shelly, él con 63 años y ella con 19, él alcalde de Cicely y propietario de la cafetería del pueblo y ella traída por Maurice después de ser elegida Miss Paso del Noroeste; el indio Ed, fascinado por las películas y la música que llegan poco a poco a Cicely; Marilyn, la secretaria de Joel que no habla nunca...
Todos estos personajes desfilan en cada capítulo mostrando la tranquila vida del pueblo, pendiente como una sola persona de lo que ocurre: las bodas, las peleas conyugales, la llegada del turismo, las fiestas e incluso un homenaje a Twin Peaks, la serie que se emitía por entonces. Todo ello servido gracias a unos diálogos extraordinarios y un sentido del humor tan surrealista como los habitantes del pueblo.
Gracias a vagos.es (una maravilla de la que hablaré otro día) ya voy por la tercera temporada y progresando adecuadamente. Una delicia de serie que no conviene perderse. Ya sabes, ponte a bajarla pero a rajatabla (que diría Cándida).

Saludos.

Á.

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