Primero esto:
Y después esto:
“Somos seres humanos. Creamos dioses y luchamos con ellos; y ellos nos bendicen.”
Querido S.:
Hermann Hesse (1877-1962) nació en una familia de profunda raigambre religiosa. Entre su ascendencia se contaban sacerdotes y misioneros que habían ayudado a hacer más accesibles los idiomas de la remota India. El joven Hesse chocó frecuentemente con la autoridad, provocando expulsiones de los centros donde estudiaba, dándose a la fuga e incluso siendo llevado por las autoridades ante sus perplejos padres, quienes no entendían qué funcionaba mal en el díscolo muchacho. Éste se debatía entre la vida familiar y la mundana, entre la ascesis y la disipación, la abstinencia y la ebriedad, dualidades que chocarían recurrentemente en su obra.
Demian comienza con una situación cercana a Dostoievski: el joven Emil Sinclair fanfarronea de unas fechorías que no ha cometido ante un compañero de estudios mayor que él, hecho que éste aprovecha para extorsionarle. Sinclair es hijo de una familia respetable, que le trata con amor y dedicación, por lo que sufre mil tormentos ante la perspectiva de que el matón revele sus supuestos delitos. Pronto se cruza en su camino una figura poderosa y fascinante: Max Demian, un nuevo alumno recién llegado a la ciudad, que vive sólo con su madre y de quien se cuentan muchos rumores por su apariencia madura y misteriosa. Un interés mutuo hace acercarse a los dos adolescentes y Sinclair descubre nuevas y sorprendentes intuiciones gracias a su nuevo amigo, quien además le libra del matón.
Las dualidades que atormentaban a Hesse se muestran desde el comienzo del libro. Sinclair oscila entre el “mundo claro” familiar, limpio, ordenado y amoroso, y el “otro mundo” que le llama poderosamente, el mundo lleno de peligro, violencia, ebriedad. En su primera charla, Demian le habla de la historia de Caín con un sentido completamente nuevo: el estigma en la frente de Caín existía antes del fraticidio, era una marca que lo distinguía de los demás hombres, una señal de superioridad espiritual. De hecho el asesinato del hermano sería un pretexto inventado ad hoc por los demás hombres para cubrir de ignominia a Caín, poseedor de una cualidad que los asustaba.
Demian y Sinclair también tienen una marca en la frente, invisible para todos pero que les hace atraerse el uno al otro. Demian le habla de un culto remoto y fascinante, el de un dios que reúne en sí a Dios y al Diablo: Abraxas. Sinclair profundiza en este mundo de la mano del músico Pistorius, incansable buceador de la historia más remota de la humanidad. Hesse insiste en que la educación del ser humano consiste en realizar todo lo que está latente en él, en desplegar sin trabas su naturaleza. Para ello ha de superar esas dualidades que se presentan en su camino, resolverlas en una síntesis superior. A tal fin no duda en mirar hacia otras tradiciones lejanas de la europea. También Cortázar en Rayuela habla de la abolición de esas dicotomías como la manera de trascender las limitaciones del pensamiento occidental. Es un ejemplo de la influencia que ejerció Hesse en las corrientes filosóficas y contraculturales de los años 60.
Al fin, Sinclair encuentra la figura que encarna todo lo que busca: la hermosa frau Eva, madre de Demian. Es la plenitud del principio femenino, madre y amante, sabia y cariñosa, en cuya matriz se vuelve a lo primordial e indiviso, la materia en la plenitud de sus atributos. La juventud de Sinclair termina con la llegada de
Demian es una obra autobiográfica muy lograda, que capta agudamente los temores y dudas de la adolescencia, el ansia de diferenciarse, la vacilación ante las novedades que ofrece la realidad. Una novela breve y muy recomendable. Así que dale candela, y con Burning Of The Midnight Lamp de Jimi Hendrix te dejo.
Un saludo,
Á.
Querido S.:
Es la de Pere Gimferrer (1945) una de las trayectorias poéticas más impresionantes que podemos encontrar hoy en España, con la riqueza añadida de desarrollarse en dos idiomas, castellano y catalán. En ambos, Gimferrer ha demostrado un virtuosismo poético sin parangón.
Otro día hablaré de su ultimísima producción, en la que ha retornado con brillantez al castellano. Hoy quiero centrarme en Mascarada (1996), un extraordinario poema extenso en catalán (admirablemente trasladado al castellano por Justo Navarro) que levantó polémica por varios motivos. Mascarada se compone de 453 versos en eneasílabos y es un ardoroso homenaje a la mujer del autor, María Rosa Caminals. Pocas obras literarias pueden encontrarse que describan el amor y la pasión más exaltada de manera tan encendida. El uso incesante de imágenes bélicas, fantasmagóricas y eróticas le confiere al poema un aura brumosa y centelleante a la vez. En un París fantasmal y en una adolescencia lejana transcurre el amor oculto, nuevo y delicioso de dos muchachos.
Con el brillo y la novedad de un relámpago, así surgen amor y poesía. Gimferrer busca cambiar la vida y el mundo mediante ambos, muy influido por el surrealismo. El fulgor de la pasión lleva a los amantes a mundos prohibidos, a las últimas lindes del cuerpo. Y he aquí uno de los motivos por los que dio que hablar el poema (el otro fue una crítica directa a Felipe González; nótese que el poema se escribió en el otoño de 1995, época del hundimiento socialista): esa exploración radical del cuerpo lleva a los adolescentes más allá del cuerpo mismo, a la suciedad y el excremento. Si al comienzo del poema se habla de
Todas estas floristerías
tienen el color de tu vientre
sí la claridad de tus ancas
orina goteante oh lágrima
luego llegan, con violencia y belleza incomparables, estos versos:
Con qué blanca violencia cae
hasta abrirse tu espalda y son
dos flores de cobre tus nalgas
que abiertas derraman dulzura
el presente de las dos lunas
oro depuesto lo más tibio
fondo de toda tu pureza
Ah el ángel de la coprofilia
la piel de armiño de los ángeles
el doble arcángel de las nalgas
frufrú de noches clandestinas
de una colegiala en París
el gotear del cobre líquido
nalgas que dan melocotones
regalan monedas de moka
aroma de ámbar subterráneo
No no toquéis nunca esta luz
No profanéis el cielo suave
Es una pequeña muestra del estilo abrupto y visionario, radical y profundamente libre del poema. El tema coprofílico no es ajeno a alguna literatura surrealista. Pero en las manos de orfebre de Gimferrer adquiere una potencia y luminosidad indescriptibles, dejando muy atrás a la mayoría de poetas contemporáneos. En fin, si te atreves a abordar la obra de Gimferrer tal vez te gusten los dos últimos libros que ha publicado: Amor en vilo y Tornado. En ellos ha regresado al castellano después de muchos años de escribir en catalán. Para una visión de conjunto es preferible Marea solar, marea lunar, una excelente antología en la que se incluye Mascarada íntegro.
En fin, vete por lo segao y con la banda sonora de la extraordinaria Wonderland, compuesta por Michael Nyman, me despido.
Un abrazo,
Á.
Querido S.:
Todos los linajes y realezas de sangre suponen el derrocamiento de una casta anterior, la cual es rápidamente olvidada y sustituida en el tejido social. Lo que supuso el filo de las armas para las estirpes medievales, se transformó en la fuerza del dinero con el ascenso de la burguesía. Tanto uno como lo otro santificaban a los clanes recién llegados; mientras, los antiguos sólo pueden mirar y tacharlos de advenedizos ¡Y ay de aquél al que corresponda ser el último de una de esas familias en decadencia! A ése le corresponde el papel de testigo y cronista de la caída.
Thomas Mann (1875-1955) nació en una gran familia de empresarios que daba ya sus últimos coletazos. De hecho, Mann vivió en su juventud primera de la renta que proporcionaba el fenecido negocio familiar. La vocación artística de Thomas y su hermano Heinrich, con la congénita incapacidad para los negocios que en general supone, puede considerarse el último martillazo en el ataúd de dicho negocio. Mann buceó en la historia de su propia familia para dar a luz su primera obra maestra: Los Buddenbrook (1901). Desde el patriarca Johann Buddenbrook se nos cuenta una historia de pasiones discretas, grandes negocios, algunas estafas y el declive continuo de una familia. Mann retrata con pincel amoroso a todos sus personajes para crear una enorme imagen de la alta burguesía decimonónica.
Como sucede con todas las supuestas noblezas, la burguesía más pudiente y, por tanto, más distinguida, pronto desarrolló tics y maneras mediante los cuales diferenciarse de las clases más bajas y, a la vez, tratarse con sus iguales. Ese código de conducta era implacablemente secundado por el servicio, celosos custodios de las formas y las distancias para con los demás. Ejemplo insuperable de ello sería
Las grandes familias de comerciantes procuraban una perfecta simbiosis entre sus miembros y la empresa familiar. Los hijos eran educados buscando la continuidad del negocio y las hijas se casaban en función del capital que el pretendiente pudiese aportar. Es decir, todos ellos servían de una u otra manera a la prosperidad de la compañía. Nada mejor para mostrarlo que las palabras que Thomas Buddenbrook, después de renunciar a su amor sincero por una florista, le escribe a su madre para dar cuenta del hallazgo que ha realizado al conocer a la rica Gerda:
“La amo, pero mi dicha y mi orgullo son tanto más profundos cuanto más pienso en el importante aumento de capital para mi empresa que habré conseguido cuando se convierta en mi esposa.” (pag. 349)
Los amores y matrimonios se comunican por carta, como una transacción más. Apellido, empresa y prestigio van de la mano. Mann está lejos de criticar semejante proceder, cuando él mismo reconocía abiertamente haberse casado por dinero. Un apellido como el suyo merecía todo clase de comodidades que únicamente sus ingresos, a pesar del éxito de Los Buddenbrook, no podían colmar.
Todo esto y mucho más encontrarás en esta extraordinaria novela. Así que con esto y Lover, lover, lover de Leonard Cohen te dejo.
Un abrazo,
Á.
Regreso de