lunes, 22 de marzo de 2010

Providence, ciudad bizarra

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Querido S.:

Decía Borges que Nueva Inglaterra ha sido una tierra proclive a la literatura. Los puritanos que se establecieron en ella sembraron con su mentalidad rígida y pragmática la mente de numerosos escritores, dando frutos hermosos y extraños tales como La letra escarlata, de Hawthorne, los poemas severos y luminosos de Emily Dickinson, o el mundo carcomido y lleno de horrores de los relatos de Lovecraft. Es este último autor quien nos observa desde su atónita fealdad en la portada de Providence, la excelente y perturbadora novela de Juan Francisco Ferré.


Álex Franco es un cineasta underground que asiste al Festival de Cannes para presentar su primera película. Allí conoce a una ex estrella del celuloide ya entrada en años, Delphine, quien le ofrece participar en un extraño proyecto: dos jóvenes eslavos han elaborado un guión llamado Providence. Álex ha de desplazarse a dicha ciudad para desarrollar el guión y filmarlo. Debe además impartir clases de Historia del Cine en la universidad de Providence, Brown. Éste es el hilo conductor de la película. Perdón, de la novela.

Lo realmente interesante del texto es la multitud de influencias, tonos, opiniones sobre temas diversos y corrosivas apreciaciones de la realidad norteamericana que se cruzan en él. Al comienzo, el libro parece que relata una de las películas cercanas a la serie b del propio Álex: el ambiente extraño de los lugares semilujosos como el Festival de Cannes o el complejo hotelero marroquí, la sexualidad un tanto enfermiza de Delphine y su muñeca de plástico idéntica a ella. A lo largo de la novela, Álex se nos revela como un auténtico chingón, cepillándose tanto a editoras españolas (¿tal vez una críptica referencia a alguna editora real?) como a estudiantes americanas y europeas, a una colega profesora del campus y a una representante de las fuerzas del orden de Providence. Todas las mujeres del libro parecen estar deseando acostarse con Álex, quien aprovecha para divagar acerca de la sexualidad de estas mujeres tan distintas. Estas dos características de Álex, a saber: cineasta y erotómano, le relacionan con el bizarro director Jess Franco y sus producciones de serie b.

La extrañeza que tiñe la novela desde la aparición de Delphine se multiplica exponencialmente tras la llegada a Estados Unidos. Ya en el aeropuerto somos testigos de una escena estremecedora: Álex es detenido por presunto terrorista, por lo que se le encierra y tortura en una habitación. Pero a renglón seguido vemos a nuestro protagonista llegar a Providence como si nada hubiese ocurrido. ¿Realmente ha sucedido eso o ha sido sólo una alucinación, un sueño, un relato imaginario turbadoramente masoquista de Álex? Y es que apenas se ha instalado en la ciudad, una mano misteriosa le provee de una potente droga, la Blue Moon, que le ayuda a aclimatarse a su nuevo hábitat. Pero las ingestas constantes de la droga y el carácter progresivamente alucinatorio de lo que nos cuenta la novela nos hacen dudar de la cordura y la sobriedad de Álex. Nos adentramos en una parcela literaria próxima al paranoide Philip K. Dick, con sus conspiraciones alucinógenas y sus corporaciones maquiavélicas.

Sin saber por qué, Álex es considerado una pieza fundamental por varios miembros de sociedades ocultas de la ciudad. Poco a poco va conociendo una sórdida historia llena de sociedades secretas que promueven la segregación entre blancos y negros y la prostitución ritual. El propio Lovecraft fue miembro de una de esas sectas, dedicándose al asesinato ritual en connivencia con un miembro de la policía. Esta irreverente visión de Lovecraft, con prácticas homosexuales incluidas, es una de las partes más imaginativas y apasionantes de la novela. Muy lovecraftiano es el descenso al agusanado corazón de la ciudad, con túneles que atraviesan Providence de lado a lado. Y el "pacto con el diablo", de nombre Al-Razed, como el árabe loco que escribió cierto libro maldito recurrente en los textos del autor de Los mitos de Cthulhu.


El cine tiene una presencia aún mayor que la literatura en esta novela. Desde el nombre del protagonista, pasando por las numeras comparaciones basadas en elementos cinematográficos (cuando no tiene una cámara en la mano, Álex habla como si viese las cosas a través de una lente) hasta los cursos que imparte en la Universidad, donde desarrolla una particular visión de la historia del cine. Tiene especial relieve el análisis de Tiburón, rodada precisamente en las playas de Rhode Island, y que guarda paralelismos con la aparición de otro depredador blanco, el albino Andy Ross, quien junto a varios colegas fascistoides suyos sodomiza a Álex, dejándole física y emocionalmente devastado. El creciente desarraigo de Álex, no sabemos si a causa de los extraños sucesos que ocurren en la ciudad o debido al consumo de Blue Moon (lo que volvería una ilusión todo lo narrado), le sumen progresivamente en cierto grado de demencia.

Además de un guión deshilachado y de una ciudad de Nueva Inglaterra, Providence es el nombre de un videojuego que busca implicar al espectador a un nivel muy hondo. Asesinatos, torturas, todo tipo de violencia y sexo caben dentro de este videojuego. ¿Tal vez los habitantes de Providence (la ciudad) sean todos jugadores de ese excitante videojuego? ¿Será Providence (la novela) el monstruoso e irrealizable guión que al fin Álex consigue terminar? Son dos de las posibilidades (dos de tantas) que se nos pasan por la cabeza leyendo la novela. Novela enorme y adictiva, aunque en la segunda mitad se va volviendo más farragosa e informe. Lo que no quita que se lea con enorme placer. He aquí el blog del autor, por si te interesa.

Un saludo,

Á.

3 comentarios:

  1. A mi me parfeció una novela mediocre.

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  2. Lapidario comentario.
    Yo me lo pasé bomba leyéndola.

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  3. No hay más que leer la poesía de la amiga Mary Soto para comprender qué sentido da ella a la palabra mediocre. A este paso habrá que reinventar el vocabulario.

    AF

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