martes, 29 de marzo de 2011

Voces e ideas

Tuve la suerte de acercarme a la obra de Dostoievski mediante un libro que me gusta pensar como decisivo para todo aquel joven que se haya topado con él: Crimen y castigo. A pesar de la infame traducción, de una edición en papel malo y letra amazacotada, de los numerosos cortes que sufrió el texto, esa vieja publicación de la editorial Edaf es uno de mis recuerdos de lector que con más cariño atesoro. El miserable cosmos petersbusgués que se arremolina sobre el terco y lúcido Raskolnikov se graba a fuego en la mente del adolescente que no puede ni quiere soltar esas páginas. Después he seguido leyendo a Dostoievski a saltos, impresionado por el genio turbulento de Los demonios o Los hermanos Karamazov. La primera novela que leí de Coetzee fue El maestro de Petersburgo. En no recuerdo qué libro de ensayos de Susan Sontag se hablaba de cierta novela de un tal Tsypkin, Verano en Baden-Baden, calificada de obra maestra y que relataba la etapa ludópata de Dostoievski por los casinos de Europa. La devoré en poco tiempo. Todas estas lecturas han transcurrido en un espacio de tiempo de muchos años, por lo que puede decirse que no le he dedicado al gran novelista ruso la atención que yo mismo pienso que merece. Hace poco decidí subsanar tal carencia con varias lecturas, la primera de las cuales ha sido Problemas de la poética de Dostoievski, de Mijaíl Bajtín.


Bajtín realiza un agudo análisis de la obra del petersburgués aplicándole los conceptos de carnavalización y polifonía que tan fecundos resultaron en su teoría literaria. Según el crítico, Dostoievski sería el máximo exponente de la novela polifónica, donde múltiples personajes exponen puntos de vista a menudo opuestos y los llevan hasta sus últimas consecuencias sin que el autor intente dirigirlos. Normalmente, el autor construye sus textos de manera que todo tienda a demostrar una idea, los personajes tienen poca libertad real puesto que el autor les orienta con mano de hierro a cumplir un papel en el engranaje de la narración. Pero no Dostoievski. Por el contrario, dota a cada personaje de una obsesión particular y le deja en debate perenne consigo mismo. Los tormentos y la conducta demente de muchos de sus personajes vienen de la incapacidad de estos para resolver las contradicciones provocadas por el incesante rumiar de las ideas. Los grandes debates de la época son encarnados por figuras que sostienen cada posición con una energía energuménica que suele acabar con ellos.

Bajtín realiza un amplio repaso de los precedentes de la novela carnavalizada, género que considera el más apto para expresar las tensiones de nuestra época. Tal carnavalización se refleja en el continuo recurso a lo grotesco, a la parodia, a la escena vodevilesca. Los personajes tienen en general una vis cómica en medio de la miseria de su situación que da pie a una escena típicamente dostoievskiana. Tanto los protagonistas como los secundarios se lanzan a delirantes monólogos en los que representan con pareja eficacia y al mismo tiempo a la defensa y a la acusación. Todo ello refleja, según Bajtín, la naturaleza profundamente dialógica de Dostoievski, en oposición al monologismo de la mayoría de escritores.

Esta sucinta reseña no da una idea cabal de la gran cantidad de análisis y perspectivas que explora Bajtín. Este libro marca un hito de los estudios sobre Dostoievski y me ha reabierto el apetito de sus libros. Aunque no sé en cuál embarcarme primero: ¿tal vez en Pobres gentes, su primera novela, que causó un hondo impacto en Belinski? ¿Los artículos polémicos de Diario de un escritor? ¿La relectura de Los demonios que me está tentando? Se ruegan sugerencias.

Problemas de la poética de Dostoievski, de Mijaíl Bajtín
399 págs
Breviarios
Fondo de Cultura Económica

lunes, 28 de marzo de 2011

La entrada a un libro

Impresionante portada que John Gall diseñó para Lolita. Supongo que una de las dos es la versión fail. Encontrado en el blog Interior Noche.






jueves, 24 de marzo de 2011

Lo que salió de Vietnam: "Dog Soldiers"

Después de leer varias críticas entusiastas de Dog Soldiers, me lancé sobre la novela de Robert Stone con curiosidad y ganas de comprobar si había para tanto. Y vaya si lo hay. Después de un prólogo del ubicuo Rodrigo Fresán (¿tirará algún folio sin aprovechar?) me aguardaba un alucinante viaje desde la selva vietnamita hasta las reuniones de los gurús más psicodélicos de la Costa Oeste. Por el camino: yonquis, diálogos tronchantes, las bambalinas de la guerra de Vietnam, yonquis, periodicuchos sensacionalistas, torturas, tiroteos, seguimientos, yonquis, pastillas, timos, altos funcionarios del Gobierno sin miedo a ensuciarse las manos, asesinos a sueldo, más yonquis... Y, omnipresentes, tres kg de heroína pura que despiertan la codicia de todo aquél que se cruza en su camino.
 

El argumento es sencillo: Converse es un periodista de tercera que cubre la guerra de Vietnam. Mediante algunos contactos compra 3 kg de heroína pura que gracias a un amigo suyo, Hicks, consigue introducir en EEUU. Hicks ha de entregarle la heroína a la mujer de Converse, Marge, pero los traficantes a los que se la iban a vender pretenden hacerse con ella de balde. Así que Hicks yMarge, amantes ahora, se lanzan a la huida perseguidos por un peligroso funcionario estatal, Antheil, y sus dos secuaces. Tras este argumento de thriller asoma una feroz visión de los años 70, tanto de la parafernalia militar como de los paladines de la contracultura. El desfile de personajes estupidizados por la droga (empezando por el trío protagonista) es grotescamente cómico. Los afilados diálogos de Stone, ciertamente antológicos, muestran la incoherencia, los cambios de humor y la actitud de estar de vuelta propios de los yonquis.

La cruzada militar contra el Vietcong está pintada con tintes muy negros: un cúmulo de crueldades, gasto humano y material, corrupción, todo tipo de trapicheos y la droga como una de las pocas maneras de evadirse. O de medrar. Converse se mete en el negocio del narcotráfico con una ingenuidad que le vuelve una carnaza idónea para tiburones más curtidos. Pero en su angelismo mete en el juego a un personaje que provoca la entropía allí donde pisa: Ray Hicks (a quien el propio Converse había calificado de psicópata, lo que da pie a uno de tantos diálogos memorables). Hicks es probablemente el personaje más atractivo de la novela, un lunático que, tras enamorarse de una japonesa, abrazó el código samurái a su manera y buscó la manera de conducir su vida conforme a él. Viendo la palmaria estupidez de sus socios (Converse y Marge), con la heroína encima y gente peligrosa que se la reclama, comienza una huida en la que se cruza con muchos excolegas, todos arrasados por la drogadicción y con un ojo puesto en la bolsa de heroína. Las situaciones estrambóticas se suceden en un curso ascendente que engancha sin remedio. Brillante la escena en la que Eddie Peace (otro pirado) quiere timar al escritor ávido de experiencias para su libro.

Pero me dejo atrás muchísimas cosas y apenas he sugerido la pericia narrativa de Stone, su hábil conjunción de personajes estrambóticos y diálogos perfectamente pulidos, la amargura de su visión de una sociedad esquilmada por la guerra, la necedad de unos movimientos pseudorreligiosos atragantados por una ingesta mezcla de misticismo y drogas, el infierno luminoso de la heroína (¿en algún momento suena convincente el interés de Marge por su hija?)... Recomiendo con urgencia este libro (no soy el único: véase el blog DEBORAHLIBROS) muy bellamente editado por Libros del Silencio, muy admirado por multitud de escritores y que deja una huella duradera. Como colofón  copio la cita de El corazón de las tinieblas que encabeza el libro:

He visto el demonio de la violencia, el demonio de la avaricia y el demonio del deseo ardiente; pero, ¡por todos los cielos!, eran demonios fuertes, vigorosos, con ojos rojos, que tenían a su merced a hombres; a hombres os digo. Pero de pie en aquella ladera, presentí que, bajo la cegadora luz del sol de aquella tierra, iba a conocer un demonio fláccido, pretencioso y con ojos apagados, de una locura voraz y despiadada.

Dog Soldiers, de Robert Stone
Traducción de Mariano Antolín e Inga Pellisa
Prólogo de Rodrigo Fresán
430 págs
Miradas
Libros del Silencio

martes, 22 de marzo de 2011

Diseño old-fashioned

Oteando por internet me encuentro este conjunto de portadas antiguas con bellos diseños que van marcando hitos en el diseño gráfico. A disfrutarlas.


Sergio Vila-Sanjuan edita un libro analizando las razones del éxito de los best-sellers. Habrá que hacerse con él para entender que la gente se abalance a comprar algunos tochos infumables (y más en la infame traducción que se ofrece a veces). 

Se les ofrecen nuevas oportunidades a los clásicos de la ciencia-ficción española. Siempre es interesante recorrer la andadura de las obras de género en el propio país, deparando a veces gratas sorpresas.

sábado, 19 de marzo de 2011

El paso de Anton Chigurh

Mientras leía No es país para viejos, de Cormac McCarthy, maldecía por la continua intrusión de las imágenes de la película. Moss era Josh Brolin, Bell tenía la cara triste de Tommy Lee Jones y Chigurh se encarnaba con escalofriante eficacia en el cuerpo de Javier Bardem. Entiéndaseme, la película me parece estupenda. De hecho, es seguramente la película que más me ha gustado de los Coen (un tándem que no es para nada santo de mi devoción). Pero me duele muchísimo haberla visto antes de leer la novela.


De todas maneras, el conocimiento de la trama me ha permitido atender más a la estructura de la novela. Lo que queda apenas entrevisto en la película, McCarthy lo desarrolla más ampliamente. Cada capítulo se abre con el monólogo del sheriff Bell, un veterano de la II Guerra Mundial que observa el progresivo deterioro de la vida en las inmediaciones de la frontera. Las enormes fuerzas levantadas por el dinero movido por la droga crean unos estallidos de violencia y salvajismo impensables unos años antes. El tribalismo de los cárteles de la droga no se detiene ante nada a la hora de rendir beneficios.

Llewellyn Moss es un veterano de Vietnam que un día, mientras caza en el desierto, se encuentra una pintoresca escena: un intercambio de droga en el que casi todos los implicados han resultado muertos, excepto uno que está agonizando y otro que ha huido desierto adentro con el dinero de la compra. Moss le sigue el rastro y lo encuentra muerto a la sombra de un árbol. Dentro del maletín que portaba hay 2'3 millones de dólares. Moss se hace con él y se lo lleva a casa, pero por la noche se arrepiente de haber dejado al único superviviente muriéndose de sed y, aun sabiendo que es una estupidez, vuelve al lugar del tiroteo. Pero ya se le han adelantado: el cártel está vigilando el lugar y Moss consigue escapar a duras penas. Además, ahora tiene a un implacable asesino detrás suyo: Anton Chigurh.



La tenaz y fatal persecución es narrada con mano maestra por McCarthy. Las características habituales de sus personajes afloran en No es país para viejos: destreza manual, recursos con los que desenvolverse sin ayuda ajena, sequedad expresiva, determinación feroz... Moss y Chigurh podrían ser la cara y la cruz de una misma moneda: ambos fuertes y hábiles, pero mientras Moss es un hombre honrado que ha tenido la mala suerte de encontrar un maletín de dinero procedente del narcotráfico, Chigurh es un monstruo que acaba con todo aquel que se cruza en su camino. Moss demuestra gran inventiva y habilidad en la huida, pero su perseguidor es un profesional de la caza al que es imposible burlar. Todos aquellos que tienen algo que ver con Chigurh, ya sea clientes o encuentros casuales, acaban marcados. Cuando no muertos.

El sheriff Moss observa perplejo las huellas de una persecución de la que conoce al perseguido pero ignora todo del cazador, salvo su capacidad de matar y no dejar rastros. Aun sin encontrarse nunca cara a cara, Bell va marchitándose paulatinamente al paso de Chigurh. La arrolladora eficacia del asesino, a quien no consigue poner rostro ni nombre (varias veces le llama "el fantasma"), le evidencia el paso a una era nueva, una era de un nihilismo tan aplastante que sólo queda dejar que las nuevas generaciones sepan lidiar con ella. Así, Chigurh tiene un lugar de honor en la lista de bestias del mal que habitan la literatura de McCarthy. Un ser que apenas siente el dolor propio y desprecia el de los demás, guiado por una lógica demente pero férrea.

Una novela trepidante que yo propondría leer antes de ver la película (los que aún puedan), aunque si no tampoco tiene desperdicio. Una excelente puerta de entrada al universo de McCarthy. Para el que le interese, en el blog hermano Los privilegios de la vista encontramos el poema de Yeats del que se extrae el título.

No es país para viejos, de Cormac McCarthy
Traducción de Luis Murillo Fort
242 págs
Literatura Mondadori
Mondadori

jueves, 17 de marzo de 2011

¡San Patricio a muerte!

 
Para todos los que tenemos medalla en levantamiento de codo con jarra cervecera, St. Patrick's Day es un día señalado en verde en el calendario. Aunque como de costumbre cae entre semana, y la gente no puede lanzarse al desparrame con la inocencia y determinación de un sábado, es obligado tomarse una cerveza a la salud de nuestros hermanos irlandeses, tan parecidos (en lo malo) a los españoles. Y de regalo un poco de música tabernera. ¡Salud!






martes, 15 de marzo de 2011

Pesadillas japonesas

El desastre nuclear está muy arraigado en el imaginario japonés. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki significaron el bárbaro colofón a la demencia de la II Guerra Mundial. Desde el comentario fundacional de Oppenheimer, se han venido utilizando toda suerte de términos religiosos, relacionados con las profecías del fin del mundo, para intentar reflejar la inimaginable destrucción causada por las bombas (el último, el Comisario europeo de Energía hablando de Apocalipsis). Los predicadores de siempre, ansiosos por decir "ya os lo dije", claman contra la energía nuclear y pregonan el desarrollo sostenible. La técnica que tanto bien hizo a Japón revela su siniestra contrapartida. Pero más que la técnica, los japoneses están sufriendo los rigores de habitar una zona geológicamente ingrata, a merced de los terremotos y de los embates del Pacífico. Una sociedad que ha recibido enormes bienes de las centrales nucleares, ¿dará ahora un giro de 180 grados o más bien, como hizo después de las bombas, aprenderá a tratar esa fuerza de manera que sirva al bien común? Los japoneses asumieron los riesgos y dichas de las centrales nucleares y ahora causa sonrojo escuchar a los opiniómanos echarles en cara su misma existencia. Confiemos en que la tenacidad y fuerza de esa sociedad tan fascinante y distinta solucione y se recupere del trauma con prontitud.

Mientras, pensando en todo ello, he aquí algunas lecturas de interés:


  • Akira, de Katsuhiro Otomo. Obra maestra absoluta del manga, muestra algunos de los peores sueños del Japón: la sociedad militarizada y disuelta en violentas tribus urbanas, los miedos y frustraciones de la adolescencia, la hecatombe nuclear...
  • Hiroshima, de John Hersey. Reportaje sobre varios de los supervivientes a la primera de las bombas, es un clásico del periodismo de investigación.
  • Acerca del nihilismo, de Ernst Jünger y Martin Heidegger. Meditaciones acerca de la técnica de dos pensadores clave del s. XX. Incluye los textos Sobre la línea y Hacia la pregunta del ser. 
  • Quatrain, de Toru Takemitsu. Por último, recomiendo este disco del gran compositor japonés, escrito como homenaje al Quatuor de Messiaen. Aquí se puede descargar


lunes, 7 de marzo de 2011

Voyeurs: Clouzot y Brisseau

La lámpara del cuerpo es el ojo; 
si tu ojo es limpio, todo tu cuerpo será luminoso. (Mt 6, 22)

No sabría si calificar de limpia la mirada que un artista lanza al mundo con el propósito de escudriñar sus misterios. En el mejor de los casos es una mirada analítica y afilada que escarba en el torbellino de los hechos en busca de causas y relaciones para luego fijarlas en la relativa claridad de una obra artística. En un medio fundamentalmente visual como el cine parece que la cámara recorre con lascivia el objeto filmado, deteniéndose morosamente en él, examinándolo parte a parte, con lentitud. Como recuerda el blog Post-nuclear Bloody Diary, la figura del voyeur ha sido bien atendida en el cine. Y en el cine francés hay dos interesantes películas que, cada una con importantes matices, se deleitan en observar la brillante rotundidad de los cuerpos: La prisonnière (1968), de Henri-Georges Clouzot, y Les anges exterminateurs (2006), de Jean-Claude Brisseau.


El film de Clouzot se abre con la mirada fría y atenta de un hombre que juega con una pequeña muñeca de goma, haciéndola adoptar diversas posturas obscenas. A continuación conocemos a Gilbert y Josée, una pareja muy años 60, liberales dentro de ciertos límites. Gilbert es artista y expone en la galería de Stan, el hombre que al comienzo observaba la muñeca. Un día Josée va a casa de Stan y éste le enseña su colección fotográfica. Entre unas imágenes de diferentes tipos de letra aparece como por error la foto de una mujer atada y arrodillada. Esta imagen conmueve y excita muchísimo a Josée, quien poco a poco va adentrándose en el peculiar mundo erótico de Stan: sesiones de fotos eróticas, dominación amo-esclava... Stan da órdenes y observa con placer la total sumisión de la esclava; Josée, por su parte, se estremece de gusto abandonándose a la voluntad de otro y se deleita en el temblor de la humillación. 

En primer lugar hay que destacar el espléndido trabajo de los protagonistas, un gélido Laurent Terzieff y una tórrida Elisabeth Wiener, quienes llevan a cabo un buen juego de complicidad y contrastes. El paso del mundo cotidiano al turbulento mundo del placer secreto se simboliza por el juego de brillos y colores de la galería de arte. En el piso de Stan, la acumulación snob de todo tipo de obras esconde en los recovecos del mobilario los materiales para las sesiones fotográficas que fascinan y atemorizan a Josée. Stan obtiene su mayor placer de la observación del cumplimiento de sus órdenes, secas y precisas. La cámara fija los instantes clave del rito. Aunque el transcurso de la película, cada vez más moralizante, va pintando de colores oscuros el comportamiento de Stan: no se puede tratar a una persona como una cosa sin caer en cierta inhumanidad, o sin tener cierto componente psicótico dentro de uno.


El film de Brisseau es completamente distinto al de Clouzot, aunque rebosante también de erotismo mirón (si se le puede llamar así). Un director de cine pretende rodar una película con un importante componente erótico. Por ello, en el casting hace interpretar a las actrices las escenas más subidas de tono. Pronto encuentra a las tres candidatas idóneas, dispuestas a realizar delante de las cámaras todas las fantasías del director. Pero el peculiar clima afectivo que se establece entre las actrices y el director, una mezcla de amor y dependencia, acabará por envenenar la relación entre los cuatro. Todo ello está orquestado por dos ángeles (de ahí el título) que, no se sabe por qué, pretenden castigar al director.

Brisseau realizó Les anges exterminateurs después de que su anterior película, Choses secretes (disponible en el muy interesante blog Descomposed) le costara una demanda de una actriz por abusos. Así que esta película refleja en parte lo que le ocurrió a Brisseau en su anterior película por adentrarse en los rincones más oscuros del sexo. Y ciertamente el cineasta pretende exculparse de todo, lastrando con esa vocación martirológica, como bien advierte Jordi Clotas en su blog, buena parte del atractivo del film. La dificultad y riesgo de los castings, el reto de encontrar un reparto adecuado, los caprichos e inseguridades que vuelven una tortura el trabajar con actores (seguro que Fernando Trueba suscribe esta postura: léase su Diccionario de cine), todo ello se retrata con elegancia y convicción. Sin embargo, es poco creíble el angelismo del director. Si, por un lado, actúa de agente provocador del deseo y el arte interpretativo de las actrices, por otro se muestra aparte de todas las pasiones que suscita: las actrices se enamoran entre ellas y de él, se pelean de la misma manera, le toman como protector y como amante inalcanzable, pero él se mantiene respetuoso y atento con ellas y fiel a su mujer. Es decir, todo es culpa de su irresistible magnetismo (¡incluso uno de los ángeles está enamorado de él!), que desata fuerzas que él no puede controlar. Así que su único pecado es despertar la envidia de los dioses, suponemos. Más allá de esto, la película es visualmente brillante, con unas escenas de sexo magníficas.

Dos películas sin desperdicio que reflexionan de maneras muy distintas obre los mecanismos del deseo. La prisonnière se puede descargar en el infaltable blog Arsenevich, que día tras día va levantando una de las mejores colecciones cinematográficas de la red. Les anges exterminateurs se encuentra en Patio de butacas. ¡A disfrutarlas!

domingo, 6 de marzo de 2011

Murakami y la basura seria

En uno de los ensayos de Verdad y mentiras en la literatura, Stephen Vizinczey habla, a propósito de las novelas de William Styron, de lo que denomina basura seria, esto es, novelas que acumulan una serie de clichés hábilmente envueltos en una forma literaria apta para un consumo masivo y poco exigente. En otras palabras, un recetario de best-sellers que una vez leídos dejan sibilinamente un poso de trascendencia y profundidad. La última y mastodóntica novela de Haruki Murakami, 1Q84, se adscribe a este grupo de obras.


Desde la primera novela de Murakami que leí, Tokio Blues. Norwegian Wood, me saltó a la vista el engañoso atractivo del mundo literario del escritor japonés: tramas sin muchos conflictos, sexo abundante, elementos sobrenaturales, descripciones pormenorizadas de las rutinas cotidianas... Pero me dejé llevar por la facilidad del libro y después de éste he leído unos cuantos más del autor, siempre con similares características. Hasta que he llegado a esta 1Q84, publicitada a todo trapo como su obra más ambiciosa e importante y rotundo éxito de ventas en Japón. Supongo que en una novela de este tamaño es mucho más complicado recortar los flecos que en otra de tamaño más reducido. Ciertamente son muchas páginas: este volumen de 737 páginas contiene los libros 1 y 2 de la obra, y aún queda de aparecer otro volumen más. 

Los clichés se suceden a buen paso: una asesina a sueldo que sólo acaba con la vida de maltratadores y que además se hace amiga de una policía, un chico y una chica que a partir de un momento significativo de la infancia ya no amarán realmente a nadie más, a pesar de estar 20 años sin verse, el bien y el mal frente a frente, bien delimitados y sin confundir nunca a los protagonistas, personajes eficientes, profesionales competentes con un  nivel de vida medio pero siempre cerca de algún personaje que les eleva al nivel alto, crímenes justificados por las buenas intenciones... El componente fantástico es muy fuerte en 1Q84 y a medido que transcurre la novela se hace patente la simpleza de su concepción. Los diversos elementos de la trama con alguna perspectiva de darle hondura a la novela (el mundo editorial, la sectas, los grupos revolucionarios, armados o no, de los 60 y 70) son abandonados sin profundizar mucho. Según avanza la historia se va haciéndo progresivamente confusa y tediosa. 

Todo esto, evidentemente, le da igual al autor, contentísimo (con razón) del número de ventas del libro. Aunque se empieza a leer con gusto, las últimas páginas de 1Q84 se pasan de corrido y con ganas de soltar de una vez el tocho. Y pensando que muy aburrido habrá que estar para echarle mano al siguiente volumen.

1Q84, de Haruki Murakami
737 págs
Colección Andanzas
Tusquets Editores

miércoles, 2 de marzo de 2011

Homenaje a Gonzalo Rojas


Leo en La Vanguardia que el poeta chileno Gonzalo Rojas, nonagenario, ha sufrido un infarto cerebral y se encuentra grave, aunque estable, en su residencia particular. Desde que lo descubrí en la antología Las ínsulas extrañas he leído unos cuantos libros suyos, pero queda imborrable en mi memoria el primer poema antologado en el citado libro, Oscuridad hermosa. Algunos poetas identifican el nacimiento de un poema en una especie de martilleo íntimo, un ritmo difuso pero insistente que poco a poco va poblándose de palabras y adquiriendo una forma inevitable, ligando fatalmente la forma y el sentido. Oscuridad hermosa me parece uno de los ejemplos más logrados de ritmo puro, de una música que resuena en el oído hasta mucho después de haberla oído. Quede como admirativo homenaje al autor.

Oscuridad hermosa

Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.

Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.

Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.

martes, 1 de marzo de 2011

Discazos: "Violin Concerto & Shaker Loops", de John Adams

Para mí fue una auténtica revelación descubrir la música de John Adams, de una hondura y coherencia irresistibles. Entre lo primero que escuché estaba la vertiginosa Shaker Loops, una pieza en la que la velocidad de los violines parece crear un huracán de sonido que arrastra sin remedio al oyente. Este soberbio disco, que contiene además el Concierto para violín, se puede descargar en estos blogs: Welcome to my Spirit World, Il Canto Sospeso, Jan Solo's Minimalist in SOUNDTRACKS, y este enlace de Mediafire que no sé de dónde sale.



John Adams (1947)
Violin concerto
01. Violin Concerto: I. [14:56]
02. Violin Concerto: II. Chaconne: Body through which the dream flows [11:30]
03. Violin Concerto: III. Toccare [07:46]

Gidon Kremer, violin
London Symphony Orchestra
Kent Nagano, conductor

Shaker Loops, for 7 strings or string orchestra
04. Shaker Loops: I. Shaking and Trembling [08:25]
05. Shaker Loops: II. Hymning Slews [05:08]
06. Shaker Loops: III. Loops and Verses [06:54]
07. Shaker Loops: IV. A Final Shaking [03:56]

Orchestra of St. Luke's
John Adams, conductor