sábado, 30 de abril de 2011

De filología y otras letras

1. Esperando que me llegue a casa la Gramática de Nebrija, recién editada en la Biblioteca Clásica de la RAE, felizmente retomada por Francisco Rico, encuentro un artículo del mismo en el que pondera la insoslayable influencia del maestro de letras latinas en el Renacimiento español.

2. Agustín García Calvo relee un conocido poema de Fray Luis de León, y realiza una razonada reordenación de sus versos.

3. El académico José Martínez de Sousa realiza una reseña de la Ortografía de la RAE en la que pone varias objeciones a la confección de dicha obra.

4. Arcadi Espada comenta un libro que muchos esperábamos con ansiedad: la antología de Die Fackel, el periódico de Karl Kraus, realizada por Acantilado.

5. Y, hablando de todo un poco, ojo a estas bat-bufas:

jueves, 28 de abril de 2011

Viaje a Italia

Dedicado a  Vittorio, quien me enseñó lo mejor de Nápoles

Un matrimonio inglés viaja a Nápoles para vender la villa dejada por un familiar difunto. En el viaje afloran todas las tensiones y rencores que ha ido acumulando durante los años de casados. Prescindiendo de florituras, éste es el argumento de Viaggio in Italia (1954), o, en la como de costumbre incomprensible retitulación española, Te querré siempre. Pero por el camino Rossellini clava una mirada fieramente lúcida en los sinsabores y tiempos muertos de una pareja.


George Sanders y una magnífica Ingrid Bergman son Alex y Catherine. Desde el comienzo de la película la frialdad entre ambos es patente. Todo lo que en Londres quedaba soterrado por la rutina laboral y el ajetreo de la vida social aflora rápidamente en el nuevo ambiente: una mutua incomprensión acentuada por la creciente indiferencia. Una vez en la villa ambos llevan vidas estancas: Catherine explora el patrimonio artístico de la zona con el recuerdo de un amigo poeta que murió joven. Alex, en cambio, se adentra en la vida social de la zona y tiene algunos escarceos fallidos con otras mujeres. La distancia entre los dos crece por momentos.

Rossellini se vale de todo el paisaje natural y cultural de esa bellísima región para darle hondura y viveza a la historia, aunque casi siempre la pareja protagonista parece reaccionar negativamente a los estímulos esteriores: al principio  el ensimismamiento arisco de Alex y Catherine contrasta con la belleza del paisaje; la comida les sienta mal y no son capaces de hacerse entender por los lugareños; la fecundidad de las napolitanas hace que Catherine sienta el anhelo del hijo que nunca han tenido. Por otro lado, ella se queda sin aliento por la riqueza artística guardada allí y en la procesión del final, cuando supuestamente se produce un milagro, ambos se reconcilian y admiten sus errores. Pero ¿cuánto tiene de milagrero, más que de milagro, este hecho? ¿Durará mucho más allá del viaje a Italia, cuando ambos vuelvan a encajarse en la rueda dentada de la rutina?

El escrutinio de los rostros y los silencios dicen tanto en esta película como los diálogos. El tedio y el rencor dan paso al desprecio y la ira. Mientras ella se refugia en sus recuerdos y siente el ansia de la maternidad , él hace una tentativa fallida de tener una aventura. El cambio de marcha a que les obliga el viaje muestra con cruel evidencia los estragos causados por el tiempo. Una obra maestra indudable de Roberto Rossellini de obligado estudio para todo aquél que ame mínimamente el cine.

martes, 26 de abril de 2011

Una apuesta: "El juez y su verdugo", de Dürrenmatt

Dos hombres se conocen casualmente en el Estambul de comienzos del s. XX. Traban amistad inmediatamente y en una vieja taberna judía beben sin tregua, exponen sus visiones del mundo con la pasión y el convencimiento de la juventud, polemizan, se descubren abismalmente antagónicos y, por ello mismo, radicalmente semejantes. En plena borrachera hacen una apuesta: uno se dedicará a cometer crímenes que han de quedar impunes. El otro ha de intentar inculparlo de ellos. Lo que parecía el delirio de dos borrachos se convertirá a la mañana siguiente en un férreo pacto que los ligará para el resto de sus vidas.


Éste es el corazón de la magnífica novela de Friedrich Dürrenmatt El juez y su verdugo, aunque su comienzo no deja entrever el energuménico desafío metafísico que se revela más adelante. En un camino que conduce a una remota aldea suiza, un policía encuentra el cadáver de Schmied, un criminalista del cuerpo de policía suizo. El caso se le encarga al superior de Schmied, el comisario Bärlach, quien además elige como ayudante al eficiente Tschanz. Pronto salta el contraste entre el profesional y moderno Tschanz y el lacónico y desganado comisario Bärlach, quien desde el comienzo tiene la certeza de quién es el culpable. La investigación se adentra en los parajes de la alta diplomacia y los negocios internacionales, pero Bärlach sabe que todo eso es accesorio. La partida está definida desde mucho antes, desde un lejano día en Constantinopla.

Lo que comienza como una historia policial en cierta manera simenoniana (el comisario Bärlach sin duda está dibujado à la Maigret) se desplaza inopinadamente a un plano metafísico en el que dos hombres sostienen una contienda perpetua. ¿Qué pasó en aquella taberna judía de Constantinopla? Sin duda dos almas jóvenes se sinceraron hasta el extremo y se descubrieron irresolublemente antagónicas. Pero además el horror de la desnudez les dejó entrever una imagen horriblemente similar. En palabras de Gil de Biedma:

la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

En este juego a vida o muerte se produce un trasvase similar al de don Quijote y Sancho, en el que éste se quijotiza y aquél se sanchifica: la partida sólo puede acabar con un movimiento definitivo y mortal que revele la asunción de la esencia del contrario. El abismo les devuelve la mirada.Aunque al final se retoma la veta simenoniana en la que los crímenes son modos de dar cauce a las mezquindades y las bajas pasiones.

Sin haber leído antes nada de Dürrenmatt, esta sobresaliente novela incita a sumergirse en su obra. En poco más de 150 páginas en las que nada sobra ni nada falta el autor narra, envueltas en un misterio, las motivaciones y las bajezas de unos personajes inolvidables. Los personajes y las situaciones están descritas con mano maestra gracias a un estilo literario preciso y rico, muy superior al habitual en este tipo de novelas, y un bien dosificado sentido del humor. De momento el mejor hallazgo que debo a la Guía de la novela negra que reseñé hace poco. Imprescindible.

El juez y su verdugo, de Friedrich Dürrenmatt
Traducción de Juan José del Solar
166 págs
Fábula
Tusquets Editores

martes, 19 de abril de 2011

Vida breve de Rimbaud

 
Al comienzo de esta breve pero enjundiosa biografía de Rimbaud, Edmund White habla de su adolescencia de homosexual que descubre la palabra fulgurante de Rimbaud como algo que ilumina momentánea pero ardientemente la oscuridad de la existencia. Después llegó la inmersión en la extraña vida de este adolescente superdotado que, lleno de poesía y dispuesto a llevar la vida hasta los límites, hizo interminables caminatas por Francia y el extranjero, sostuvo una tortuosa relación con otro poeta genial, Verlaine (aquella danza luminosa, como la llamaba Pierre Michon), sacó de quicio con sus insolencias al aburguesado parnaso contemporáneo, escribió en varios estilos completamente distintos  y antes de los 20 abandonó la escritura y se embarcó hacia tierras lejanas para intentar triunfar como comerciante y lograr eso que tanto despreciaba antes: una posición. Imprescindible.


Rimbaud, de Edmund White
Traducción de Nicole d'Amonville Alegría
205 págs
Lumen/Futura

jueves, 14 de abril de 2011

Maki el navaja

Al final de la extraordinaria Un profeta, de Jacques Audiard, se oye la mítica La muerte de Mackie el Cuchillo, y aquí pongo el vídeo cantado por Ute Lemper para disfrute general. Para los más interesados, también el enlace a La ópera de tres peniques en la versión cinematográfica de Pabst, que alguna alma cartitativa ha colgado en Youtube con subtítulos en inglés,

domingo, 10 de abril de 2011

jueves, 7 de abril de 2011

Una comedia genial: "Arrested Development"

Hace un tiempo leí una entrada en el blog Carrusel de series en la que se ponía por las nubes una comedia bastante maltratada por la audiencia: Arrested Development. Después de haber visto la primera temporada y parte de la segunda (sólo tiene tres) puedo decir que es seguramente la mejor comedia que he visto en muchísimo tiempo (con permiso de 30 Rock). Los retorcidos argumentos, la mala leche que destilan los guiones, lo delirante de los personajes hacen que los 20 minutos de cada capítulo se hagan terriblemente cortos. Las desventuras de la infame familia Bluth provocan una risa abundante y nerviosa. La risa perpleja de asistir en directo a las miserias más recónditas de cualquier familia.


La Compañía Bluth se tambalea cuando el fundador de la misma, George sr., es encarcelado por presuntas irregularidades. Su hijo Michael se pone al frente de la empresa familiar e intenta que se mantenga a flote, pero un añadido se lo hará muy difícil: su familia, una banda de gorrones malcriados y egoístas, acostumbrados a tener dinero y a no responder ante nadie, llenos de complejos e inseguridades por el continuo terrorismo psicológico al que se someten mutuamente. La nueva situación de precariedad y ahorro no será bien recibida por esta banda de despilfarradores. Helos aquí uno a uno:

Michael Bluth (Jason Bateman): hilo conductor de la serie, es el único miembro responsable de la familia por lo que queda al cargo del negocio tras el encarcelamiento de su padre. Viudo y con un hijo, tiene una relación demasiado estrecha con éste. Es continuamente engañado y saboteado por sus hermanos. 


Lindsay (Portia de Rossi): hermana gemela de Michael. Pija, materialista y comprometida con cualquier causa chorra que se le ponga delante (aunque va cambiando continuamente de causas, según se aburre de ellas).


GOB (Will Arnett): o George Oscar Bluth II, primogénito de los Bluth, uno de los personajes más tronchantes. Maquiavélico y envidioso, mantiene una continua pugna  de culo-veo-culo-quiero con Michael. Mago fracasado, es perseguido por una asociación profesional de magos por revelar siempre los trucos.

Buster (Tony Hale): otro de los hermanos, es un poco a medio mascar (o algo retrasado, para entendernos). Vive con su madre y depende absolutamente de ella.


Tobias Fünke (David Cross): es el marido de Lindsay. Psiquiatra fracasado, es incapaz de estar completamente desnudo (siempre lleva unos shorts) e intenta ser actor.
George Michael (Michael Cera): es el hijo de Michael. Tímido y responsable, es la viva imagen de su padre (por lo rarito y manipulable). Vive un gran drama existencial: está enamorado de su prima Maeby.


Maeby (Alia Shawkat): hija de Lindsay y Tobias. Al contrario que su sobreprotegido primo, ella es ignorada sistemáticamente por sus padres. Inteligente y manipuladora (herencia Bluth), es especialista en que los demás hagan lo que ella quiere.


George sr. (Jeffrey Tambor): el patriarca de la familia, tiende a humillar a sus hijos y a enfrentarlos entre ellos. En la cárcel se convierte temporalmente al judaísmo.


Lucille (Jessica Walter): la matriarca, tal vez mi personaje favorito. Alcohólica y malvada, se dedica a minar implacablemente la autoestima de sus hijos y a intentar seguir llevando el mismo nivel de vida que antes de la crisis. Tiene un romance con el hermano gemelo de su marido.


Esta marabunta de personajes (he aquí lo que ha sido de ellos) es manejada con mano maestra por los guionistas, creando endiabladas obras maestras de las tramas cruzadas y el unos contra otros. La familia no tiene reparos en golpear, sabotear, engañar, mandar seguir o lo que sea a sus parientes con tal de lograr sus objetivos. Supongo que la complejidad de la serie y lo políticamente incorrecto de su humor no ayudaron a subir las audiencias (véase la cómica lista de posibles motivos de cancelación que redactó uno de los creadores). Ni los cameos de Julia Louis-Dreyfus o de una inefable Liza Minelli ayudaron a salvar la serie. Sólo cabe lamentarse de que únicamente haya tres temporadas de esta genial serie. Para los que les haya picado el gusanillo, he aquí las tres temporadas en Megaupload. Y, de despedida, uno de los impagables momentode GOB haciendo una actuación de magia:

martes, 5 de abril de 2011

Invitación a la novela negra

Cuando uno termina de leer la estupenda Guía de la novela negra que ha publicado la editorial Errata Naturae, dan ganas de lanzarse a la vez sobre varios de los títulos que recomienda. Si pensamos con honestidad en las razones que nos mueven a leer, cuando desechamos todas las tonterías que se suelen decir (para ilustrarse, para ser mejores personas, para vivir otras vidas...) quedamos frente a la fieramente humana verdad: leemos porque nos gusta. El freudiano principio del placer. Leemos porque nos da más placer que casi todas las demás cosas. Si no fuese así, nadie tocaría un libro ni con un palo. Y dentro de este hedonismo lector, el género negro ocupa un lugar destacado en nuestros sueños más húmedos. Este mundo de crímenes, detectives alcoholizados, peligrosas y bellísimas mujeres de labios rojos como una herida, corrupción, traumas, dinero a mansalva, miseria, violencia y apasionantes misterios para resolver, este mundo, digo, nos muestra con la cegadora luz de la evidencia que la lectura es disfrute y juego o no es. Y esta Guía es un mapa de los lugares donde hallaremos horas y horas de goce. Esta Guía invita al pecado.


Como todos los aficionados al tema que sea, me gusta saber un poco más que los demás. Y me molesta que me demuestran lo enciclopédico de mi ignorancia. Así, según avanzaba por estas páginas no sabía si me estremecía por la cantidad de nuevos títulos que iba a tener oportunidad de saborear o por la evidencia de que no tengo ni idea de novela negra. Que hay muchísimos autores que no conozco ni de oídas. Que aunque conozca al autor, apenas he metido el dedo del pie en las tentadoras aguas de su obra. Que no sé por cuál empezar. ¡Maldito seas, Malverde!

Y es que esta Guía está escrita con pseudónimo, mezcla de héroe griego y de santo de los criminales mexicanos. El oculto autor revela muchos datos de sí mismo a lo largo del libro (aunque cabe pensar que algunos sean meras fabulaciones, punto hacia el que tiende la sensibilidad del autor, como él mismo reconoce) y hay quien tiene su propuesta. Yo no tengo ni idea, la verdad. Prefiero echarle otra ojeada al libro para dilucidar sobre qué novela voy a lanzarme a continuación. El libro está escrito en forma de fichas en las que se elige una novela y se hace un pequeño resumen, acompañado de una sucinta biografía del autor. El estilo de Malverde mezcla la contagiosa admiración hacia el género con variadas referencias al mundo griego clásico o a la filosofía hegeliana. Bien mezclado, todo ello resulta un libro apasionante y muy recomendable para todo aficionado al género (o, más bien, para los no aficionados).

Dentro del más de un centenar de recomendaciones que incluye el libro, empezaré por tres que me han llamado la atención:

James Lee Burke, cuyo nombre me sonaba por la reciente adaptación que Bertrand Tavernier ha realizado de una de sus novelas. El detective Dave Robicheaux explora los rincones más oscuros de Louisiana. Malverde recomienda Camino púrpura.

Walter Mosley, quien en El demonio vestido de azul explora las tensiones raciales de una ciudad tan explosiva étnicamente como Los Angeles. Malverde sitúa a Mosley en un pedestal y yo, hasta tener más elementos de juicio, le hago caso.

Sara Paretsky, muestra de la poderosa presencia femenina en la novela negra. La detective Warshawski promete ser una construcción literaria inolvidable. El autor recomienda La lista negra.

Guía de la novela negra, de Héctor Malverde
264 págs
Errata naturae

domingo, 3 de abril de 2011

Los tres Adolf de Osamu Tezuka

La política de los grandes estudios de manga japoneses, una suerte de producción industrial con un calendario y unas normas que han de cumplirse a rajatabla, somete al artista de genio a unas normas muy estrictas que éste ha de volver en su favor para imprimir un sello propio a su obra. Podría establecerse un paralelismo, guardando las distancias, con las películas de la era dorada de Hollywood. Los grandes estudios guardaban un ceñido control de lo que el director hacía con el material para que la película no tomase un rumbo excesivamente personal que auyentara al público. Sin embargo, los grandes directores (John Ford, Hitchcock, Hawks, Welles...) conseguían darle un tratamiento personal a lo narrado, creando piezas que aún hoy se ven con asombro y veneración. Tales directores se veían como artesanos, como trabajadores del entertainment system. En la inabarcable industria del manga sucede algo similar. El autor que firma la obra cuenta con un estudio que le ha ayudado a terminar el trabajo (añadiendo sombras o dibujando los fondos) dentro de los plazos de entrega, sin mengua de la autoría del autor-estrella. En este contexto se entienden mejor la mastodóntica obra de Osamu Tezuka y la saga de la que me ocupo hoy, Adolf.


Un periodista japonés, Sohei Toge, cubre las Olimpiadas en el Berlín nazi. Su hermano, un activista relacionado con la Rusia soviética, intenta darle unos documentos muy importantes que podrían desestabilizar al régimen nazi pero es asesinado antes. Investigando el crimen descubre que dichos documentos probarían que Adolf Hitler tiene ascendencia judía. Mientras, en Japón juegan dos niños de orígenes muy distintos, pero ambos extranjeros en su patria: Adolf Kamil es hijo de unos panaderos judíos; Adolf Kaufmann es hijo de un alto funcionario alemán casado con una japonesa. La vida de los dos muchachos está fuertemente ligada a dichos documentos.

Éste es el embrión del argumento de la obra. Pero no da ni una pálida idea de la cantidad de tramas, subtramas, personajes y registros que abarcan las más de mil páginas de este manga. Tezuka parece un avezado lector de las grandes novelas del s. XIX y desarrolla con firmeza admirable una trama que abarca casi 50 años de la historia mundial y se ambienta en varios continentes. Desde la Europa nazi al Japón de la II Guerra Mundial, o de los hielos perpetuos del Ártico a los desiertos de Oriente Medio, la historia no concede respiro al lector. El dibujo de Tezuka, cercano a las tiras de prensa americanas, adolece de un aire caricaturesco algo molesto al principio pero que según avanza la historia se muestra muy efectivo y versátil. La trama de espionaje pronto deriva en la política ficción y en el melodrama, pero con una sabiduría en el pulso narrativo y en la dosificación del peculiar humor japonés que hace casi imposible abandonar la lectura.


La firme postura humanista de Tezuka abunda en la muestra de los horrores de la guerra y el totalitarismo. La continua vigilancia de la policía secreta no deja espacio para la vida privada y no tiene reparos a la hora de torturar a un sospechoso. La propaganda envenena la convivencia de la sociedad civil esparciendo rumores que son acusaciones que son a menudo condenas de muerte. El machismo y el militarismo de la sociedad japonesa no salen mejor parados: las mujeres y los jóvenes son continuamente pisoteados y limitados en nombre de la tradición. Pero la palma de las brutalidades se la llevan, por supuesto, los nazis: las doctrinas acerca de la superioridad racial de los arios, la glorificación del deporte y la fuerza física, el desprecio del sufrimiento ajeno conducen a la creación de unos monstruos que llevaron a la guerra a todo el planeta y acabaron exterminando industrialmente a 6 millones de seres humanos. Los efectos de la educación nazi se ejemplifican especialmente en el joven Kaufmann, quien irá acabando progresivamente con todos sus escrúpulos a la par que somete su voluntad al Führer.


Insisto en el paralelismo con los novelones del s. XIX por los complejísimos caminos por los que discurre la trama, llena de coincidencias y recurrencias argumentales dignas de Los miserables o Historia de dos ciudades. Aunque la pericia narrativa de Tezuka no deja ningún punto muerto y la fuerza de la historia arrastra al lector por los momentos de amor y sufrimiento que conmueven a los personajes. Esta indudable obra maestra ha sido editada por Planeta DeAgostini en dos cómodos volumen que, aunque sin respetar el sentido de lectura original (recordemos que en Japón los libros se leen de atrás hacia adelante), se leen muy gratamente y recogen de manera asequible esta torrencial historia. No os lo perdáis.

Adolf, de Osamu Tezuka
Traducción de Jesús Pece
2 vols
647 & 616 págs
Planeta DeAgostini

viernes, 1 de abril de 2011

Discazos: "Treme. Music From the HBO Original Series, Season 1"

Leyendo un oportuno recordatorio acerca de la inminente llegada de la segunda temporada de Treme, busco y encuentro la más que maravillosa banda sonora. La riquísima cultura musical de Nueva Orleans se ve plasmada desde la vibrante canción de la cabecera hasta los derroches musicales de Kermit Ruffins o Allen Toussaint. Varias opciones de descarga: en Megaupload en el blog The Soundtrack Zone, en Fileserve y Uploading en Taringa o en Hotfile en este otro de la misma página.


1. Treme Song (Main Title Version)John Boutté 2. Feel Like Funkin’ It Up (Live Street Mix)Rebirth Brass Band 3. I Hope You’re Comin’ Back To New OrleansThe New Orleans Jazz Vipers 4. SkokiaanKermit Ruffins & The Barbecue Swingers 5. Ooh Poo Pah DooTrombone Shorty & James Andrews 6. Drinka Little Poison (4 U Die)Soul Rebels Brass Band & John Mooney 7. We Made It Through That WaterFree Agents Brass Band 8. Shame Shame ShameSteve Zahn & Friends 9. My Indian RedDr. John 10. At The Foot Of Canal StreetJohn Boutte, Paul Sanchez, Glen David Andrews, & New Birth Brass Band 11. Buona SeraLouis Prima 12. New Orleans BluesTom McDermott & Lucia Micarelli 13. I Don’t Stand A Ghost Of A Chance With YouMichiel Huisman, Lucia Micarelli, & Wendell Pierce 14. Indian Red (Wild Man Memorial)Mardi Gras Indians 15. Indian RedDonald Harrison 16. Time Is On My SideIrma Thomas & Allen Toussaint 17. This CitySteve Earle 18. Just A Closer Walk With TheeTreme Brass Band19. My Darlin’ New OrleansLi’l Queenie & The Percolators