miércoles, 25 de marzo de 2009

Pura belleza


Querido S.:


Suele haber quórum en considerar la música como la más elevada de las artes. Su remota ligazón con el mito, la poesía y el número le ha conferido una valía sin igual en el imaginario humano. Orfeo es un excelente ejemplo de las mejores cualidades que pueden adornar a una persona: creativo, amante, valiente y, al fin, de una intensa humanidad que le hace perderlo todo.


Al igual que con Uri Caine, sólo cabe alegrarse de la fecunda curiosidad que ha hecho unirse a figuras tan dispares como el saxofonista Jan Garbarek y el cuarteto de música vocal The Hilliard Ensemble. Garbarek, noruego que se ha convertido en uno de los músicos más reconocidos de la escena jazzística, ha colaborado con gente como Keith Jarrett o Manu Katché. En su dilatada discografía ha recogido numerosas influencias, así que no era tan descabellado (o sí) que acabara juntándose con un conjunto especializado en música antigua. Los Hilliard, efectivamente, se centran en la música medieval y renacentista, con compositores tan notables como William Byrd o Palestrina. Pero su culo inquieto les ha llevado a trabajar con músicos contemporáneos, destacando estos dos discos con Garbarek.


Si Officium (1993) se centra en compositores de la polifonía europea (parte 1 y parte 2, tomadas de este ultrapost) tales como Cristóbal de Morales o Pierre de la Rue, Mnemosyne (1999) amplía el espectro hasta abarcar anónimos escoceses o quechuas y nanas estonias. He aquí el primer tema de Officium, que supuso un gran éxito y llevó al disco a los primeros puestos de las listas de ventas: Parce Mihi Domine.



Dos obras que son una gozada, ideales para acompañar el estudio o la lectura. No me resisto a copiarte un poema de Juan Gelman, uno de los mejores poetas vivos del castellano. El argentino tiene tres libros con versiones muy libres de textos de otros autores, Comentarios, Citas y Com/posiciones, todos recopilados en De palabra. Poesía III (1973-1989).

COMENTARIO I (santa teresa)


querido amor que partís como un pájaro

acostado sobre los horizontes
¿estará bien darnos todos al todo/sin

ser parte de nada/ni siquiera del vuelo que


te lleva?/¿piensan hermanas y hermanos
que rodeando se puede llegar/o

partiendo y quedándose a la vez se llega

a la unidad buscada como manjar celeste?


o sea/dura es la vida o esta
salud que cavo para encontrarte como luz/

o palabra/ramita donde te poses como
la mano tuya sobre mi corazón



Un abrazo,


Á.

lunes, 23 de marzo de 2009

Es lunes

Tras los rigores del fin de semana vuelve uno a la rutina. Y nada mejor para empezar la semana que el pandero de una jamona y The Partisan interpretada por Leonard Cohen en San Sebastián.




martes, 17 de marzo de 2009

François Buorgeon, el pasajero del tiempo


Querido S.:


El cómic de aventuras goza de amplia predicación desde siempre. Desde Terry y los piratas a Tintín y Corto Maltés, es uno de los géneros mejor aceptados por el público. No es de extrañar que la fabulosa obra de François Bourgeon (1945) levantase una ola de admiración hacia el género histórico/aventurero.



Bourgeon nació en París y, tras graduarse en Artes Clásicas, publicó su primer cómic en 1972: El enemigo viene del mar. En 1979 recibió el premio Angoulême por la primera parte de Los pasajeros del viento, una pentalogía acerca de la trata de esclavos con la que renovó profundamente el género histórico. La obra transcurre en el s. XVIII, el Siglo de las Luces que, como es habitual en la Historia, alterna el progreso más decidido con la barbarie más absoluta. La obra retrata con detallismo la vida en un buque de guerra de la época, los usos aristocráticos, la vida en las colonias africanas y el horror del esclavismo. Todo ello basado en una abundante documentación, un ágil ritmo narrativo, un acusado erotismo y un dibujo minucioso y atractivo que hacen de ésta la obra más redonda de Bourgeon. El éxito del cómic supuso un revival del género en Francia. Surgió una legión de cómics “inspirados” en Los pasajeros del viento; uno de los más afortunados es Las siete vidas del gavilán.



En su siguiente saga, la trilogía Los compañeros del crepúsculo, se adentra en el medievo francés con el mismo puntillismo que en Los pasajeros. Esta vez da un giro hacia la fantasía ausente en las obras anteriores, relacionado profundamente con el estudio del folclore francés. Esta ampliación de miras se refleja en la obra (es de suponer que parejamente a la vida real) con el uso de hierbas y hongos alucinógenos. El ambiente natural y fantástico de las dos primeras partes (El sortilegio del bosque de las brumas y El eclipse azul) se abandona en la tercera, El último canto de los Malaterre, en favor del espacio urbano y las disputas de linaje.



Ya en la década de los 90, Bourgeon publicó en calidad de guionista y con Claude Lacroix como dibujante, Historia de Cyann, una interesante saga de ciencia-ficción. La imaginación y el talento de Bourgeon le convierten en uno de los monstruos vivos del cómic francés (recuérdame que otro día te hable de Moebius, el auténtico coloso de la historieta que sigue en activo y puede ser comparado sin miedo a los grandes clásicos). Te he pergeñado este post por la reciente noticia de que Bourgeon va a sacar la continuación de Los pasajeros del viento, prueba de fuego que no sé cómo este hombre ha tenido el valor de afrontar. Será, en fin, uno de los grandes acontecimientos comiqueros de este año. Estaremos vigilando.


Un abrazo,


Á.


* * * * *

En cualquier caso, asegura Crisogloto, nada hay entre los gentiles que cuadre tanto a un cristiano ‘como lo que Sócrates, a punto de beber la cicuta que los atenienses le enviaron a la cárcel, dijo a Critón: ‘Si Dios aprobará mi obra, yo no lo sé. Por mi parte, siempre me esforcé por agradarle, de modo que tengo la esperanza de que dé por buenos mis intentos’” (Fedón, 69d). Es entonces cuando suena el fragmento más célebre de Erasmo, la invocación a modo de letanía con que Nefalio saluda tales palabras:


Sancte Socrates, ora pro nobis!


Como sea, frente a la humilde serenidad con que Sócrates se pone en las manos de Dios, ¡qué penosa la muerte de tantos cristianos, unos desesperados por los escrúpulos de necios confesores, otros absurdamente confiados en supersticiones y ceremonias vanas! Hasta a morir, en suma, pueden enseñar los paganos.


FRANCISCO RICO, El sueño del humanismo (De Petrarca a Erasmo)


sábado, 7 de marzo de 2009

Little Red Corvette


Tras muchos años de batallas con las discográficas, con sus ex-mujeres y con quien se terciase, Prince se ha convertido en un maniático del copyright y es una labor de chinos encontrar un vídeo suyo en internet. Así que aprovecho que en TeleChina (o TeleTaiwán, qué sé yo) han colgado el vídeo de mi canción favorita de Prince, Little Red Corvette, para cortar y pegar. A gozaaaar.


martes, 3 de marzo de 2009

James Joyce, dublinés


Querido S.:


Cuando se quieren citar los autores que han revolucionado la narrativa en el siglo XX, surgen como por ensalmo los nombres de Marcel Proust, Franz Kafka y James Joyce. Pueden añadirse otros como Robert Musil, Thomas Mann o William Faulkner, pero la trilogía anterior es ineludible. Proust se sumergió como nadie en las galerías de la memoria, con un estilo moroso y exhaustivo que expresaba hondas leyes psicológicas y sociales. Kafka labró parábolas estremecedoramente proféticas de los horrores del totalitarismo que no llegó a ver. Joyce, por su parte, se valió de una prosa proteica y maleable para recoger todo tipo de estilos, formas, giros lingüísticos, calambures, paronomasias, tropos, y mezclar, además, la media docena o más de idiomas que conocía. Formó con todo ello una imagen intemporal del hombre moderno, dándole un sentido completamente nuevo a la palabra “realismo” (palabra que, como dijo Nabokov, nada significa sin las comillas).



James Joyce nació en un suburbio de Dublín en 1882. Estudió con los jesuitas, hecho que aparecería recurrentemente en su obra como una fascinación por la liturgia y la imaginería religiosa. En 1904 conoció a Nora Barnacle, la mujer que no se separaría de él en toda su vida. Al poco tiempo se exilió con ella de Irlanda para siempre. Volvería sólo en puntuales ocasiones pero transmutó su tierra natal en un paisaje literario reconocido universalmente. Murió en Zurich en 1941.


Joyce es muy popular en especial por uno solo de sus libros, aunque, paradójicamente, es uno de los libros más arduos que los lectores confiesan tener entre manos: Ulises (1922). En esta inmensa novela se narra algo completamente trivial: 16 horas en la vida de un hombre, Leopold Bloom, desde que se levanta hasta que se acuesta. Entre medias, desayuna, defeca, camina por Dublín, charla con conocidos suyos e incluso con quien sospecha que es el amante de su esposa, bebe, se encuentra con otro escritor discípulo suyo y remata el día en un burdel. El último capítulo lo constituye el célebre monólogo de su mujer, Molly Bloom, una mujer franca, directa, sensual.


El libro causó escándalo en su momento por la radical visceralidad de su tratamiento: el cuerpo es uno de los protagonistas principales de la obra, sus partes, sus necesidades, su funcionamiento, sus secreciones, sus trastornos. Los personajes sudan, defecan, fornican, eructan, le conceden, en fin, un protagonismo al cuerpo no visto en la literatura desde la Edad Media. El libro fue acusado, entre otras cosas, de inmoral y vulgar.


Ulises contiene, además, una amplísima gama de registros lingüísticos. Joyce parodia prácticamente toda la literatura occidental ya desde el mismo título. Hay una determinación voraz de incluirlo todo en la novela, empezando por la lengua. Los recursos típicos de la prosa se alternan armónicamente con los específicamente poéticos. Especialmente novedoso fue el tratamiento del monólogo interior, construido ahora a base de intuiciones más que de razonamientos, fuertemente influido por las teorías de William James acerca del flujo de conciencia. Todo ello salvado por un corrosivo sentido del humor que los que se quedan al principio el libro o sólo leen el monólogo final no pueden disfrutar.



Si Ulises es la obra por la que todo el mundo conoce a Joyce (el libro es prácticamente un icono del s. XX: aquí tienes la famosa foto de Marilyn con él en las manos), el resto de su obra también tiene un merecido prestigio, constituyendo la parte publicada antes de Ulises una excelente manera de adentrarse en el mundo de este autor. Hoy quiero recomendarte una de sus obras juveniles: Dublineses (1914) en traducción del ya habitual en este blog Guillermo Cabrera Infante. Se trata de un conjunto de viñetas de contenido naturalista acerca de tipos habituales de las clases medias-bajas de Dublín. Joyce desarrolla en estos relatos la idea de la epifanía, es decir, momentos reveladores que permiten una contemplación privilegiada de algunos personajes. La primera viñeta muestra la relación de amistad entre un adolescente y un viejo cura recién fallecido. El sacerdote le enseñaba los misterios de la misa y le contaba historias de todo tipo. Una vez muerto, el joven sale de ese restringido espacio de confianza y descubre aspectos que no había visto (o no había querido ver) del carácter de su amigo. Todo ello se baña de otra luz. Es de destacar la última viñeta, Los muertos, sobre la que John Huston realizó una película del mismo nombre. Un libro breve y con un estilo cuidado y sencillo del que cuesta separarse.


Un abrazo,


Á.

* * *

"El guardián entre el centeno, la obra más popular y universal de Salinger, le valió a su autor un reconocimiento inesperado y exagerado, con el que íntimamente no estuvo de acuerdo, ni nadie que haya leído un poco. Es una novela literariamente conformista, a pesar de su talante, gratificadora para el lector, reivindicativa de una rebeldía sin causa, acorde con los tiempos y la moda, y que además ha servido de excusa a cualquier pose moderna y a cualquier fechoría presuntamente marginal.

Nada hay que objetar a su artesanía, a sus recursos, a su oportunidad comercial, pero en el resto vale poco. ¿Qué nos viene a decir? Que esta sociedad es una gran castaña, repleta de hipocresía y gobernada por adultos imbéciles, frente a la que sólo cabe oponer una negativa radical, adolescente, sin argumentos y sin discurso, en la que el placer del instante y de los sueños forja el verdadero programa de acción.

No debe extrañar que haya sido acogida como la Biblia por tanto descerebrado. Aún peor: es justificativa, dado que lo justifica todo sin explicar nada. ¿Por qué somos así? ¿Cómo nos hemos convertido en esto? ¿Hay otra vía? De esto la novela ni dice ni insinúa nada. No es una novela sobre la adolescencia, es una novela adolescente."

ALEJANDRO GÁNDARA, Jerome David Salinger, fama y fobias (El Mundo 03/01/09).