La obra seminal de Lewis Carroll no sólo ha prendido las imaginaciones literarias. Muchos cineastas se han visto influenciados por el personalísimo mundo del inglés. Esa inestable combinación de poesía y prosa, lógica férrea y sinsentido, humor absurdo y buen sentido inglés no puede sino cautivar las imaginaciones más dispares. Estos días he visto dos películas que rinden homenaje al hombre que inmortalizó a Alice Liddell: Alice, ou la dernière fugue (1977), de Claude Chabrol, y Alice (1988), de Jan Svankmajer.
En el caso de Chabrol, se trata de una película sn duda atípica en su filmografía. Alice Carol es una joven que, harta de su pareja, le abandona. Mientras atraviesa en coche la campiña francesa su parabrisas se rompe en mitad de una lluvia torrencial. Alice busca refugio en una mansión cercana, pero allí todo es extrañamente acogedor: la conocen, y a la mañana siguiente, cuando intenta irse, es incapaz de encontrar el camino de salida de la finca. La influencia de los laberintos borgeanos (en un pasaje de la película Alice está leyendo las Ficciones de Borges) es patente (¿y soy el único que ve reminiscencias de Proust en el título?), además de una sorprendente revelación que hace de todo una metafísica exploración de la conciencia. Una escena delante de un espejo y una demente ceremonia de té redondean el ambiente onírico y carrolliano del film. El resultado es una película extraña pero muy atractiva, protagonizada por una Sylvia Kristel célebe por el éxito de Emmanuelle. En esta página puede descargarse.
Muy distinta y más carrolliana en esencia, aunque con una inquietante atmósfera gótica, es la deliciosa película del cineasta checo Svankmajer. Alicia se aburre a la orilla de un río y al poco se aburre en casa. Pero la súbita aparición de un conejo blanco siempre con prisas trastoca su rutina. En su persecución del conejo hallará alimentos que la hacen crecer y menguar, manillas que no abren ni puertas ni cajones, puertas que nunca se sabe a dónde dan, extraños animales parlantes, una delirante reunión para tomar el té y una Reina de Corazones emperrada en descabezar a sus súbditos (me encanta cuando el Rey le dice a Alicia: "Limítese a leer su papel"). Svankmajer se aleja del buenismo y la simpatía disneyanos y recalca el ambiente hostil del País de las Maravillas: esqueletos de animales y raspas de pescados que muerden sin cesar, el Conejo Blanco y Alicia liándose a golpes, los habitantes del País rellenos de viruta, el Conejo descabezando a todo el que se mueve por orden de la Reina... El director checo se revela como un maestro el stop motion, dueño de un mundo personal y enormemente imaginativo, muy en sintonía con Lewis Carroll. En el blog Videodromo se puede descargar esta película, o también en Patio de Butacas.
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