No mucho después de comenzar este blog, escribí un post que titulé El fulgor de la experiencia: sobre las mamis. Hablaba en él de la fascinación que las mujeres maduras ejercen sobre hombres más jovenes e, incluso, sobre muchachos, empezando por profesoras y madres de amigos. Me pareció identificar esa capacidad de seducción en las huellas que la experiencia iba marcando en la piel de la mujer madura, y en una cierta promesa de recreación de esa experiencia.
Así que me ha encantado leer una reflexión similar en la soberbias memorias de Martin Amis, tituladas, por si fuera poco, Experiencia. El autor habla de la separación de sus padres y del primer encuentro con Jane, la mujer con la que su padre, el escritor Kingsley Amis, tuvo la aventura amorosa que condujo a ello:
"Para mí hubiera sido una herejía inconcebible el admitir que pudiera existir una mujer más bella que mi madre. Pero aprecié de inmediato que Jane, además de ser también bella, era ciertamente una mujer con más experiencia. Y la experiencia cuenta en la atracción -absolutamente documentada- que siente el Hombre Joven respecto a la Mujer Madura. Y no es sólo una cuestión de experiencia sexual. La mujer madura lleva en ella el glamour y el misterio de la vida vivida: las gentes conocidas, los lugares vistos, las vivencias experimentadas. Jane había viajado, y a un alto nivel (bastante más alto que el de mi padre). Reconocí la atracción que ejercía sobre mí todo aquello, con sencilla resignación y sin sentirme en absoluto desleal con mi madre". (pág. 184)
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