viernes, 4 de enero de 2013

El otro Sr. Klein


El Sr. Klein (Alain Delon) no tiene de qué quejarse durante la ocupación alemana de Francia. Vive en un amplio y lujosamente amueblado apartamento, tiene una amante joven y hermosa a la que trata a capricho y, por si fuera poco, su negocio de marchante de arte va cada vez mejor: los judíos con obras de algún valor se ven obligados a venderlas al precio que les den. La guerra y la ocupación se presentan como una belle époque a poco que se tenga vista para los negocios y pocos escrúpulos. Pero un día, tras la adquisición de un cuadro a un judío a precio de ganga, el Sr. Klein recibe en su puerta el periódico de la comunidad judía. periódico que sólo se adquiere mediante suscripción. Molesto por el error, Klein va a la redacción del periódico y a la comisaría a enmendarlo, alegando la coincidencia de nombre con otra persona. Otro Robert Klein. Pero una vez ha entrado en la máquina de la burocracia ya no puede salir, obligado a buscar certificados que den fe de origen mientras crece la sospecha de que no es víctima de un malentendido sino de una conspiración.

El argumento de esta interesante película de Joseph Losey, Monsieur Klein (1976), parece una variación de El proceso ("Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo...") con su K, tan característica, el terrorífico despliegue de la burocracia, la disertación sobre insectos a la manera de Nabokov en sus cursos sobre La transformación, o ese equívoco de identidad que habría hecho las delicias del negrísimo humor de Kafka. Klein ve confundido su nombre y, con él, su identidad. Lo que podría dar también para un thriller con la busca por París de las huellas de ese otro Sr. Klein, esquivo y astuto sembrador de pistas falsas. Pero lo que supone humor y aventuras en Hitchcock, aquí adquiere un carácter moral por la inclusión de Klein en el grupo del que se aprovechaba poco antes e ignoraba sus padecimientos.

La película empieza con una revisión médica a la que la gente se somete para que se certifique su no adecuación (o sí) al tipo judío. Precio: 15 francos. Los carteles de "Prohibidos los judíos" son lo justo en los sitios donde va la gente normal. Y en ellos no hay nada más gracioso que un espectáculo ridiculizando al "cerdo judío" que está hundiendo Francia. Klein no se cree antisemita: la política va por un lado y él busca hacer dinero por el suyo. Cuanto más atrapado está en la situación del otro Klein, más grita: ¡Esto no tiene nada que ver conmigo! Sólo que sí tiene que ver. La indiferencia de Klein hacia el dolor ajeno es complementaria a la que sienten todos hacia él cuando es el que tiene problemas. El ambiente histórico y pesadillesco de la película se orienta poco a poco hacia la fábula moral, con "el otro" señor Klein como agente provocador del cambio. La guerra, el colaboracionismo y algunos de los peores episodios de la historia francesa del siglo pasado están certeramente retratados en esta película. Pero sobre todo destaca el carácter criminal de la indiferencia hacia los demás, de la omisión de la propia responsabilidad: todo tiene que ver conmigo.

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