viernes, 13 de febrero de 2009

Lecturas de Shakespeare. I: “La tempestad”


CALIBAN. – Be not afeard; the isle is full of noises,
Sounds, and sweet airs, that give delight and hurt not.

(CÁLIBAN. – Nada has de temer. La isla está llena de rumores,

sonidos y dulces cánticos que dan placer y no hieren.)

Querido S.:

Estrenada en 1611, el escenario y buena parte de los motivos de
La tempestad están marcados por los testimonios de la exploración del Nuevo Mundo que en esa época fascinaban al pueblo inglés. Relatos que hablaban de un paraíso terrenal con toda suerte de bestias y plantas nunca vistas antes, un lugar donde la naturaleza se desplegaba de una manera mucho más torrencial que en Europa y donde los habitantes oscilaban entre una inocencia angelical y un salvajismo inaudito. Al igual que entre los españoles, pronto surgieron disputas acerca de la manera en que tratar a los pueblos colonizados, si como meros utensilios con los que mejorar la producción, o como seres humanos dotados de alma y raciocinio, en ningún caso distintos de los colonizadores. El Descubrimiento pronto se transformó en Conquista y puso a los europeos ante unos conflictos éticos, religiosos y sociales que demostraron ser muy superiores a ellos.

Próspero y su hija Miranda habitan una isla desierta; él es el duque de Milán, cuyo trono ha sido usurpado por su hermano Antonio y por Alonso, rey de Nápoles. El único habitante de la isla hasta la llegada de Próspero y su hija era Cáliban, un ser deforme hijo del dios Sétebos y de la bruja Sycorax. Próspero ha dedicado su vida al estudio de la magia y las artes esotéricas, y cuando el barco en que viajan Alonso y Antonio junto al hijo de aquél, Ferdinand, y otros miembros de su séquito, pasa cerca de la isla, Próspero y su siervo Áriel, un espíritu del aire, provocan una tempestad que lo hace naufragar. Perdidos en la isla, Próspero teje una intriga a su alrededor destinada a recuperar su trono.


Desde el comienzo, la obra puede entenderse como un gran comentario a la prepotencia del poder y a los abusos inherentes a toda dominación: Alonso, Antonio y su consejero,
Gonzalo, discuten estúpidamente con los marineros que se afanan en impedir que el barco naufrague; Próspero esclaviza sin remordimiento a Cáliban y a Áriel, y condiciona su liberación a la realización de su plan. Además maneja a los náufragos como títeres, ayudado por sus conocimientos de magia. Todos los personajes acaban rebelándose verbalmente contra la tiranía de sus superiores.

Y es que en
La tempestad todos son siervos/actores que actúan movidos por hilos que no ven pero contra los que acaban sublevándose. La obra puede leerse también como un gran espectáculo metateatral, con Próspero como supremo hacedor o gran titiritero. Él provoca la tempestad que lleva a la isla a los usurpadores de su trono. Él hace que se conozcan Ferdinand y Miranda, siendo astuto alcahuete de su amor y provocando así que se unan, esta vez legítimamente, el ducado de Milán y el reino de Nápoles. Él maneja a su antojo a Áriel y Cáliban. Sobre todo éste se rebela violentamente contra Próspero. Intenta mancillar todo lo que tiene relación con su amo: usa la lengua que le ha enseñado sobre todo para maldecirle, intenta violar a Miranda, planea atentar contra la vida de Próspero… Shakespeare crea un personaje que oscila entre la estupidez y el ansia irreprimible de libertad, suscitando una sensación ambivalente en el lector. Se le ha visto como un representante de la resistencia al colonialismo de las metrópolis europeas. Es un personaje en principio grotesco y bufo, pero al que el arte magnífico del autor da vida y voz propias. Recuerda en esto al avaro prestamista judío Shylock, de El mercader de Venecia.

Queda llamar la atención sobre la presencia absorbente y mágica de la propia isla (¿será esta obra un precedente de
Perdidos?), una creación influida, como te dije, por las crónicas que hablaban del Nuevo Mundo como un exuberante Edén en la tierra. Shakespeare se vale de un lenguaje lleno de referencias a la tierra y a los elementos, dando voz a esa naturaleza salvaje y mágica de la que Cáliban parece ser un hijo natural. Ningún escenario mejor para situar esta fábula sobre el arte del teatro, resumida en las célebres palabras de Próspero:

We are such stuff
As dreams are made on; and our little life

Is rounded with a sleep.


(Estamos hechos

de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña

vida cierra su círculo con un sueño.)


Un saludo,

Á.

No hay comentarios:

Publicar un comentario