jueves, 2 de diciembre de 2010

Literatura/juego/literatura/juego

Al menos desde el Tristram Shandy de Laurence Sterne sabemos que hay otra manera de escribir. Lejos, muy lejos de las reglas de la retórica clásica, hay escritores que se valen del juego, la burla y, sobre todo, de sus propias obsesiones para articular un discurso extraño y distinto, pero profundamente original y revelador. Dos geniales escritores muy distintos entre sí comparten esta tendencia hacia la literatura excéntrica, sinuosa, sensual, obsesiva: Guillermo Cabrera Infante y Georges Perec.

En el caso del cubano Cabrera Infante puede decirse que su libro Exorcismos de esti(l)o cierra una etapa. Esta recopilación de fragmentos y parodias diversos se realizó tras la recuperación del nervous breakdown que sumió al autor en el silencio (literalmente: no hablaba) durante dos años. La tendencia disgregadora de su prosa, el exilio de la isla, los ataques de los que era objeto por los castristas y la identificación con el personaje del cónsul Firmin en el guión de Bajo el volcán que estaba escribiendo confluyeron en una angustiosa enfermedad mental. Parte del remedio consistió en abandonar una escritura tan fragmentaria y atomizada para construir un discurso más narrativo y sucesivo, por decirlo así, una tentativa de ordenar más estrictamente el discurso y, con ello, ordenar su mente. Esto me recuerda las palabras de Rafael Sánchez Ferlosio en La forja de un plumífero. Ferlosio se entregaba en los años 70 a anfetamínicas sesiones de escritura que duraban varios días. Cuando abandonó el consumo de dichas drogas, se impuso la recuperación de una caligrafía legible (sus manuscritos de tales sesiones eran prácticamente ilegibles, véase el número de la revista Archipiélago donde se incluye el texto) como una manera de recuperar el buen hacer mental.



Recopilación de fragmentos diversos, pues, Exorcismos es una muestra ejemplar del estilo obsesivo y juguetón del autor. Desde los continuos trasvases del castellano al inglés y viceversa (el autor llegó a dominar el inglés mejor que muchos nativos, e incluso escribió un libro en dicho idioma, Holy Smoke), GCI pasa por los juegos tipográficos, la transcripción/traducción del habla popular habanera, revisiones de la fábula de Aquiles y la tortuga (de fondo el ángel tutelar tanto de Cabrera Infante como de Perec, Lewis Carroll) además de otros temas griegos, y, por supuesto, las referencias a la dictadura que lo expulsó para siempre de su país. En estos últimos fragmentos puede entreverse la condición trágica del escritor exiliado, especialmente en el llamado La isla, en el que entre un mar de letras surge el contorno de Cuba, el fondo palpable en ese mar de letras que es la literatura de Cabrera Infante.


La obra de Georges Perec, en cambio, no incide en la experimentación lingüística aunque también discurre por parajes fuertemente experimentales (Juan Francisco Ferré le dedica dos post estupendos en su blog, uno y dos). Si Balzac pretendía hacerle la competencia al registro civil, Perec se impone la tarea de hacer lo propio con el catastro. Su mirada se clava fascinada en el conjunto de líneas, volúmenes y colores que componen la tercera dimensión y registra con maniática minuciosidad la totalidad de cuerpos y espacios en los que se desarrolla la vida humana. Su descomunal obra maestra, La vida instrucciones de uso, propone la sección de un edificio (a lo 13 Rue del Percebe) para describir con pasión miniaturista las vidas de todos los que han pasado por él: y las vidas quiere decir los cuartos, los muebles, los electrodomésticos, las aficiones, las manías, las rutinas... Y en la magnífica Especies de espacios se dedica a un pormenorizado análisis de los sitios donde transcurre la vida humana, desde la habitación a las calles, la ciudad... Como si en Google Maps nos situamos en un punto concreto de una calle y vamos subiendo grado a grado la altura, así Perec detalla metódica e inexorablemente los locii en los que nos movemos sin apenas fijarnos. Lewis Carroll es, cómo no, uno de los inspiradores con el "Mapa del océano" que aparece en La caza del Snark (ver imagen infra).


Podríamos dar con más libros de este género lúdico y experimental. Así, por ejemplo

Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau
Historias de cronopios y de famas, de Julio Cortázar
Crímenes ejemplares, de Max Aub

Un, dos, tres, responda otra vez. ¿Alguien da más?


Guillermo Cabrera Infante, Exorcismos de esti(l)o
310 págs
punto de lectura

Georges Perec, Especies de espacios
152 págs
Editorial Montesinos

4 comentarios:

  1. Blanco, de Octavio Paz. Las jitanjáforas de Brull; en otra forma del diccionario jázaro de Milorad Pavic, Pieza única; los míticos libros de Mallarmé que nunca llegó a mostrar -quizá nunca los realizó- con olores, colores, texturas diversos. Los retruécanos de Cortázar, su Diario para un cuento, el juego de perspectivas en La barca o Nueva visita a Venecia; hay otras creaciones que hacen de la trama un circulo perfecto: "La historia según Pao Cheng" de Salvador Elizondo.

    Un saludo

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  2. "Blanco", por supuesto, impresionante sincretismo de Oriente y Occidente;
    las jitanjáforas las asocio a Alfonso Reyes a través de un poema de Gerardo Diego, pero no sé decir mucho más;
    en cuanto al "Diccionario jázaro":

    http://espitolas.blogspot.com/2009/11/el-libro-de-suenos.html

    "Pieza única" no lo he leído;
    Mallarmé es el culpable de todo, como si dijéramos;
    pienso también en los libros de Cortázar hechos de muchos materiales, como "Los autonautas de la cosmopista";
    tengo pendiente la lectura de Elizondo desde hace años, ¿alguna sugerencia para empezar?;

    y recién aparecido:

    http://www.elpais.com/articulo/portada/Max_Aub/_Jusep_Torres_Campalans/_Maximo_Ballesteros/novela-baraja/elpepuculbab/20101211elpbabpor_9/Tes

    y otra lectura que quiero acometer desde hace años: "Caterva", de Juan Filloy. ¡Se amontonan los libros!

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  3. Sí, los demasiados libros; otro me viene a la mente: Larva, de Julián Ríos.

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  4. Cierto. Aún no me he atrevido con "Larva", atemoriza esa masa de juegos de palabras. Sí que he disfrutado, en cambio, de "Poundemonium" o de la deliciosa "Nuevos sombreros para Alicia".
    Recuerdo ahora también los "Caligramas" de Apollinaire.

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