Leo en La Vanguardia que el poeta chileno Gonzalo Rojas, nonagenario, ha sufrido un infarto cerebral y se encuentra grave, aunque estable, en su residencia particular. Desde que lo descubrí en la antología Las ínsulas extrañas he leído unos cuantos libros suyos, pero queda imborrable en mi memoria el primer poema antologado en el citado libro, Oscuridad hermosa. Algunos poetas identifican el nacimiento de un poema en una especie de martilleo íntimo, un ritmo difuso pero insistente que poco a poco va poblándose de palabras y adquiriendo una forma inevitable, ligando fatalmente la forma y el sentido. Oscuridad hermosa me parece uno de los ejemplos más logrados de ritmo puro, de una música que resuena en el oído hasta mucho después de haberla oído. Quede como admirativo homenaje al autor.
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