lunes, 28 de mayo de 2012

Mozart, o la alegría


La literatura engendrada por la vida y el carácter de Mozart, no ya por su obra, es formidable en extensión y abigarramiento. No es para menos: la evidencia de encontrarse ante un precocísimo genio del que puede decirse que respiraba música ha fascinado a todo aquél que se ha acercado a su figura. La variedad de interpretaciones ha dado lugar a una serie de tópicos difíciles de erradicar, como señala E. J. Rodríguez en un completo artículo biográfico. El gran mérito del Autorretrato de Mozart, de P. A. Balcells (Acantilado), es el de ofrecer un completo retrato del compositor en sus propias palabras y las de los que le conocieron, extractando citas de las distintas correspondencias y testimonios.

El pequeño Wolfgang daba muestras de una simpatía y extroversión naturales con todo aquél que le prestase atención. Y en su niñez y juventud puede decirse que toda Europa estaba pendiente de las proezas de ese niño que aventajaba en ciencia y gracia musicales a todos los compositores de Europa. El ojo certero de Leopold, su padre, adivinó rápidamente las posibilidades de negocio que se escondían detrás del talento de Wolfgang y juntos se lanzaron a recorrer el continente y las islas de punta a cabo.

El joven genio absorbía la admiración y las atenciones, correspondiéndolas como algo natural. Cuando Wolfgang dejó de ser un niño prodigio para convertirse en un competidor, los músicos de las cortes europeas recelaron de él. Además el público ya no le prestaba su atención incondicionalmente, lo que supuso un duro golpe para alguien que consideraba el reconocimiento y el afecto como elementos dados. Leopold quiso encarrilar el carácter de su hijo mediante amenazas, ruegos y chantajes sentimentales pero no había manera. Wolfgang mostraba una inquietante inconsciencia respecto al dinero. Prefería quedarse hasta tarde con amigos casuales, improvisando música y chistes escatológicos. Prestaba su dinero al primero que despertase su compasión y fantaseaba descabellados proyectos laborales que no resistían el primer comentario de su suspicaz padre. 

El carácter despreocupado e infantil de Wolfgang desesperaba a Leopold pero había un aspecto en el que el joven demostraba una inédita madurez y un orgullo férreo: la música. Desde muy temprano se había despertado en Wolfgang una lúcida conciencia de su propio valor y de la medida de su talento, superior a la de cualquier músico contemporáneo. Esta conciencia de sí chocaba con el rol subordinado que tenían los músicos en la sociedad de la época. Wolfgang tuvo fuertes encontronazos con las autoridades y se negaba a aceptar otro puesto que no fuese el más elevado, el único que, según él, correspondía a sus méritos: el de kapellmeister (maestro de capilla). 

Balcells desgrana otros muchos aspectos de la vida de Mozart como su relación con las hermanas Weber, su extremada facilidad para componer múscica de una belleza inaudita, sus exigencias materiales para representar adecuadamente sus obras, su amor por la ópera... Todo ello con un uso predominante de fuentes primarias, sobre todo las cartas intercambiadas por Wolfgang y Leopold. Un libro apasionante que presenta con amenidad el complejo carácter de uno de los mayores músicos de la historia.


Autorretrato de Mozart, de P. A. Balcells
457 pp.
El Acantilado

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