sábado, 1 de diciembre de 2012

Stromboli o la prisionera



En el campo de refugiados de Farfa (Italia) prima la confusión lingüística producto de la abigarrada mezcla humana que la guerra ha ido arrastrando allí. Las precarias traducciones que algunas presas realizan para sus compañeras se complementan con gestos y con el intercambio de mercancías y de cuerpos. Karin (Ingrid Bergman) es una refugiada lituana que acepta casarse con Antonio, un soldado siciliano también cautivo, para poder salir del campo. Ambos se embarcan hacia Stromboli, la pequeña isla de pescadores donde nació y vivió el joven hasta su alistamiento.

Lo que prometía ser un completo cambio de aires pronto revela un aspecto mucho más áspero a medida que el sol y el azul del Mediterráneo dan paso a la negra tierra volcánica de Stromboli. Una naturaleza arrasada por las explosiones recurrentes del volcán parece ir de la mano con las mujeres vestidas de negro, las casas de una hiriente desnudez, la ausencia de vida callejera. El marido se va a la mar y la esposa acostumbrada a las ciudades europeas, a la vida burguesa e intelectual, se halla obligada a acomodar una casa bajo la mirada censora de las mujeres del pueblo, quienes le hacen el vacío por hablar con los hombres o con las mujeres “marcadas”, como una prostituta. Las libertades y los coqueteos de Karin se vuelven contra Antonio cuando el pueblo entero le llama cornudo a ritmo de guitarra.

Aunque Rossellini no ahorra detalles para criticar la cerril y muy machista sociedad italiana, tampoco se priva de deformar el rol tradicional de heroína pintando a Karin como caprichosa y soberbia, voluble y manipuladora. La barrera lingüística que no fue obstáculo para salir del campo de mujeres tampoco impide que consiga ayuda para intentar salir de la isla. Y es que la cámara del director parece detenerse muy a menudo en todos los pliegues del cuerpo de Ingrid Bergman: en sus piernas y sus pies descalzos por la arena, en su pecho alzado por la camisa, en su hermosa mirada el director italiano le enseñaba al mundo las razones por las que se lo pasó tan bien llevando a la actriz al adulterio y al escándalo. Escándalo no sólo entre los puritanos sino también entre los admiradores de las películas neorrealistas de Rossellini, aquellos que defendían la calidad de documento del cine. Stromboli marca la deriva del director hacia un cine más intimista aunque sin ahorrar las escenas testimoniales, como la asombrosa pesca del atún.

Pero la vida pecadora de Karin (con intento de seducción del cura incluido) es sólo la primera estación de un viacrucis a través de la tierra yerma del volcán que conducirá a una revelación espiritual, algo parecido a lo que pasará en Viaggio in Italia. No por nada la película se llama Stromboli, terra di Dio, y efectivamente el paisaje es a menudo un reflejo del sentir de los personajes cuando no les quita el protagonismo, como durante el tremendo estallido del volcán. El gran trabajo actoral de Ingrid Bergman y los figurantes no profesionales, la fuerza del paisaje siciliano y la complejidad de la historia hacen de ésta una película imprescindible. Y vean la pesca del atún si  no me creen.

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