Aunque me chiflan las novelas policíacas y cuando cojo alguna suelo devorarla de un tirón, mantengo el vicio a raya por la dispersión natural de mis gustos. Es decir, la curiosidad que siento por otro tipo de literaturas hace que durante períodos más o menos prolongados me mantenga alejado de la serie negra. Entre la apabullante variedad de la oferta que ofrece el género hoy día, sólo sigo regularmente a dos autores y a sus respectivos personajes: el desengañado y gruñón inspector Kostas Jaritos, de Petros Márkaris, y el cada vez más sobrenatural Charlie Parker, de John Connolly. Series muy distintas pero muy adictivas ambas (con algún que otro bajón). A este reducido grupo he añadido hace nada, a raíz de un artículo, la presencia de los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro, hijos de la pluma de Dennis Lehane.
De Lehane sólo conocía algunas adaptaciones al cine de sus novelas (Mystic River y Shutter Island) y los guiones que redactó para la quinta temporada de The Wire, así que ya tenía ganas de hincarle el diente a alguno de sus libros. El elegido fue el primer volumen de la serie Kenzie/Gennaro: Un trago antes de la guerra. Kenzie y Gennaro, detectives de Boston y amigos desde la infancia, reciben el encargo por parte de un influyente político de encontrar unos documentos supuestamente sustraídos por una limpiadora negra. El asunto pronto se revela mucho más hondo y escabroso de lo que parecía en un principio.
Opera prima de Lehane, el autor sitúa con precisión los antecedentes y el paisaje en el que se mueven sus personajes: él, hijo de un bombero local que lo maltrataba continuamente, es sarcástico y algo sentimental; ella, arisca y muy atractiva, está casada con un hombre que la maltrata. De la misma edad, criados en el mismo barrio, el componente generacional jugará un papel importante en sus historias. Además, Kenzie se siente muy atraído por su compañera, por lo que la línea argumental queda marcada para desarrollarla en el fututo. En este primer episodio se enfrentarán a la corrupción institucional, al abuso de poder y al racismo de la élite política de Boston. Kenzie, narrador de la historia, preferirá hacer justicia a cumplir con su trabajo.
La segunda novela de la serie (muy bien comentada en el estupendo Un cadáver en mi blog), Abrázame, oscuridad, cambia radicalmente de tono. Si Un trago antes de la guerra me recordaba los casos de Philip Marlowe (el detective enfrentado a los poderosos con su rectitud moral, su sentido de la observación y su sarcasmo), la siguiente entrega se mete en terrenos más próximos a El silencio de los corderos o a las novelas de Charlie Parker (sin el toque sobrenatural): nos adentramos en los siniestros parajes del asesino en serie. El microcosmos privado de los detectives, el barrio donde crecieron, se transforma en un entorno de pesadilla, caldo de cultivo de los peores dementes que existen.
Dos novelas adictivas y muy bien narradas (es de destacar la traducción a cargo de Ramón de España). En cuanto a los defectos, mencionaría la sujeción de algunos personajes al arquetipo (los duros son duros y no hay quien los saque de ahí), cierta previsibilidad en las subtramas (la atracción Kenzie/Gennaro, reforzada por el colegueo de los demás personajes y por el mal aprovechado personaje de Phil, el marido de Angela) y un comodín del narrador similar al de Angel y Louis en las novelas de John Connolly: en este caso se trata de Bubba, una bestia parda que mata gente por Kenzie y evita que todas las personas a las que éste cabrea (y son muchas e importantes) acaben con él. Y además, un universal del género: no existe la obstrucción a la justicia. Los detectives ocultan pruebas e información y nunca les pasa nada. Pero más allá de todo esto, son dos novelas muy recomendables (para mi gusto, especialmente la primera) y difíciles de soltar.
Un trago antes de la guerra, de Dennis Lehane
336 págs
Serie Negra
RBA Editores
Abrázame, oscuridad, de Dennis Lehane
427 págs
Serie Negra
RBA Editores
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