miércoles, 14 de abril de 2010

Moralidades de la seducción: Eric Rohmer

Querido S.:


La reciente muerte de Eric Rohmer me ha llevado a zambullirme en su filmografía. De momento he visto, casi del tirón, un par de sus películas: La coleccionista y La rodilla de Claire. Películas hermosas, lúcidas, gemelas en el sentido de compartir unas preocupaciones, unos paisajes, una mirada: un estilo, en definitiva. Una manera morosa y reflexiva de hacer cine que a algunos parece soporífera.



Ambas historias se ambientan en paisajes mediterráneos, yo diría que provenzales. Es verano y varios personajes coinciden en una misma región. Ocio, languidez, paseos, sol y playa.En La coleccionista, dos amigos pasan las vacaciones en la casa que les ha prestado un amigo. Uno de ellos, Adrien, se marca una rutina con la que disfrutar de placeres que no aprecia normalmente por su dedicación exclusiva al trabajo (aunque dicha rutina recuerda a la disciplina de un horario laboral): levantarse temprano, salir a pasear, nadar en una cala, leer. Al poco tiempo llega una tercera invitada a la casa, Haydée, quien dedica los días a dormir y las noches a salir, regresando a la casa con un amante distinto cada vez. La nueva visitante altera las costumbres de los dos amigos. En La rodilla de Claire, dos viejos amigos, Jerome y Aurora, pintor él, escritora ella, coinciden en el pueblo donde ambos veraneaban hace años. Al advertir el interés de una joven vecina de 14 años, Laura, en Jerome, Aurora le propone un argumento con el que poder redactar un cuento: Jerome debe seducir a la jovencita. Sin embargo, la llegada de la hermosa hermana de Laura, Claire, trastoca todas las previsiones del artista.



En ambas películas se reflexiona acerca de la seducción y del deseo. Y "reflexionar" no es una palabra gratuita, pues los personajes charlan continuamente acerca de sus sentimientos, los analizan y teorizan sobre ellos con una morosidad que recuerda a En busca del tiempo perdido. El deseo coge a los protagonistas por sorpresa, los envuelve y somete sin tregua. Tanto Adrien como Jerome intentan maquillar su pasión con palabras, descalificando al objeto de deseo por no reconocer el ascendente que tiene sobre ellos o por sobrellevar la no correspondencia de su anhelo. Las bajas pasiones surgen y se imponen sobre nosotros, y la razón tiene poco que decir como no sea para proveernos de una coartada digna en forma de juicio moral. Adrien enseguida clasifica a Haydée con desprecio como una "coleccionista", una chica que sólo busca la acumulación de amantes. Sin embargo, esa pretendida superioridad suya sobre la chica tan sólo esconde el ansia de meterse en sus sábanas. Jerome, por su parte, declara que el llanto de una mujer le desarma pero no tiene reparo en hacer llorar a Claire con una historia semiimaginaria acerca de su novio. La moralidad en ambos casos no es otra cosa que el maquillaje de las bajezas.



Otro rasgo destacable en ambas películas es el gusto obsesivo de Rohmer por la belleza y la sensualidad. Climas amables, paisajes apenas estropeados por la mano del hombre, cuerpos maravillosos de mujer, la cámara de Rohmer, espléndidamente acompañada por la fotografía de Néstor Almendros, se detiene con delectación en las piernas de las mujeres, en las pieles brillantes, en las sonrisas tan expresivas. Es un placer para la vista el visionado de las dos cintas.

Así que si te da por ver algo de cine clásico no dudes en elegirlas. Con esto y un par de vídeos de dichas películas, te dejo.






Un abrazo,

Á.

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