miércoles, 2 de junio de 2010

Sangre joven: "The Wire" (IV)

a
Querido S.:

Sigo hablándote de esa obra maestra llamada The Wire. Creo que es la serie que con más fuerza me ha mantenido pegado al sillón mientras la veía. Y ello sin cambios inesperados de la trama, sin giros argumentales sorprendentes. Sólo centrando la atención en un grupo de personajes (por cierto, creo que pocas series habrá con más personajes que ésta) y siguiéndolos con morosidad, mostrando con todo detalle su carácter, su ambiente y la furiosa relación entre ambos. Ahora que al fin se ha acabado esa monumental tomadura de pelo llamada Perdidos (excelente el artículo de Santiago Navajas acerca la falta de seriedad de sus guionistas), serie que tiene más fuerza como fenómeno mediático que como historia mejor o peor contada, sería interesante comparar la estructura de ambas series: el guión perfectamente medido y sin cabos sueltos frente al todo vale y la indeterminación de "lo dejo a la imaginación del espectador". No es de extrañar que alguno de los guionistas de The Wire la haya puesto a parir.


En esta cuarta temporada el hilo conductor es el instituto donde los muy sufridos maestros intentan que los chicos de las calles tengan otra ambición que ser pandilleros. Los adolescentes han visto desde críos el ejemplo de hombres que se matan a tiros por cuestiones de "honor", algunos son hijos de importantes pistoleros, ven grandes coches y preciosas mujeres. Todo ello gracias al tráfico de drogas. Se empieza en el escalafón más bajo: como vendedores. Tras un tiempo se consigue un paquete que puedes venderlo mientras otros hacen de vendedores para ti. Los más valientes y endurecidos se meten a soldados: sicarios a sueldo de los gangsters. Los que caen más bajo empiezan a chutarse desde chavales y hacen trabajos de mala muerte con los que pagarse la dosis. En las calles de Baltimore todo gira alrededor del negocio de la droga.



Los profesores apenas consiguen que los alumnos les presten atención durante las clases, cuánto menos que aprendan algo. A uno de estos institutos va a dar el ex-agente Pryzbalewski después de un incidente en la temporada anterior. Su nueva labor como profesor de matemáticas va a ser incluso más complicada que las escuchas a los traficantes. Chicos conflictivos cuando no directamente desequilabrados. Por su parte, el comandante Colvin será el ejecutor de un programa piloto con el que enderezar a los alumnos que provocan el mayor retraso en cada clase.

La difícil interacción entre la calle y el instituto (los modos de la calle no caben en un edificio público y lo que aprenden en el instituto es ridiculizado en la calle) es uno de los puntos fuertes de esta temporada. Por otro lado, tenemos las tramas que vienen de las anteriores temporadas: el cuerpo de policía, la política municipal y el negocio del narcotráfico. En este último caso, Marlo Stanfield ha reemplazado con contundencia a los Barksdale y su ambición le empuja a querer dominar todo el negocio de la droga en Baltimore. Por su parte, el concejal Carcetti, a quien habíamos conocido en la temporada anterior, se lanza a la carrera por la alcaldía. Las miserias, servidumbres, tráficos de influencias e incluso la cuestión racial (Carcetti es un candidato blanco en una ciudad negra con un alcalde negro) serán protagonistas de la política de Baltimore. En cuanto a la policía, nuestro grupo de escuchas se las han de ver con la precaución creciente de los narcos. Es de destacar la impresionante investigación en las casas vacías (casas en las que la gente de Marlo se deshace de los cadáveres). Además, la conflictiva relación entre el ayuntamiento y los jefes de la policía se vuelve cada vez más tirante.


El demoledor análisis de Simon & Burns a la sociedad de Baltimore se extiende sin tregua. La multitud de detalles, la contundencia de los diálogos, los personajes excelentemente caracterizados y aún mejor interpretados, el perfecto ensamblaje de las tramas convierten The Wire en la mejor serie que he visto.

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