domingo, 6 de febrero de 2011

Astor Piazzolla por él mismo (y por otros)

La fascinante música de Piazzolla, una irresistible mezcla de algunos de los mejores compositores del s. XX y de una profunda recreación del tango, lleva acompañándome muchos años. El tango parte de una localización geográfica muy concreta (Buenos Aires) para erigirse, por sus propias carácterísticas y por el talento de algunos de sus ejecutores, en música universal. Aunque tal localismo tiene un correlato negativo (característica que comparte con el flamenco): un conservadurismo acérrimo, el rechazo a toda aportación foránea y el ninguneo de todo aquél que se salga del cauce marcado por la costumbre. Todo ello ayuda a explicar el controvertido recibimiento que ha merecido la música de Astor Piazzolla (1921-1992) en Argentina, explicado desde varios puntos de vista en el muy interesante libro en el que el periodista Natalio Gorin ha recogido las transcripciones de varias charlas con el músico, junto a los testimonios de muchos de los que le conocieron: Astor Piazzolla. Memorias.


La infancia del pequeño Astor transcurrió en Nueva York, donde sus padres habían recalado en busca de mejores oportunidades que en Argentina. El barrio era un hervidero de conflictos étnicos (italianos, judíos etc. Véase la obra maestra absoluta Érase una vez en América, de Sergio Leone, para echarle un ojo al Nueva York de la primera mitad del s. XX) y el joven Astor, pese a un defecto de nacimiento por el que tenía una pierna defectuosa, se integró perfectamente, partiéndose la cara y después jugando con los demás niños, como han hecho todos los chavales que en el mundo han sido. Allí recibió sus primeras clases de piano (pagadas con deliciosas fuentes de pasta; el hambre apretaba) y realizó ejercicios de contrapunto y composición estudiando a Bach y a algunos compositores contemporáneos. Pronto sintió admiración por Gershwin, Bartók y Stravinsky, influencias que más bien serían una rémora una vez la familia Piazzolla se mudase de nuevo a Argentina, donde los maestros querían escuchar piezas de tango, no lo que se oía en Norteamérica.




Casi adolescente aún se traslada a Buenos Aires desde el pueblo donde vivía. Empieza a trabajar en la orquesta de Aníbal Troilo (con quien mantendrá una gran amistad hasta la muerte del Gordo, como le llamaban cariñosamente) y a dar clases con el compositor Alberto Ginastera gracias a una inesperada cortesía de Artur Rubinstein (ver vídeo supra). Tiempo después se traslada a París para estudiar con Nadia Boulanger, quien definitivamente le orienta a perseverar en el tango. A partir de entonces, Piazzolla se lanza a desarrollar una personalísima versión del tango, mezclándolo con las múltiples influencias que su atención y sensibilidad iban recogiendo del espectro musical. Es de destacar el perseverante estudio al que se sometió Piazzolla, siempre ávido de aprender cosas nuevas y perfeccionarse. En lugar de aprender sólo de un maestro que le enseñase únicamente el angosto camino del tango, buceó en la música clásica y en el jazz para componer piezas de una complejidad e innovación que causaron horror en los tradicionalistas.




Entre polémicas, estrecheces económicas y algunos éxitos fue creciendo la obra de Piazzolla, cuya popularidad se extendía a todo el mundo. Ello favorecía las polémicas de negocios, agravadas por el carácter difícil del músico. En el libro, Gorin acierta al incluir varios testimonios contrapuestos de la familia de Piazzolla, por un lado, y de su productor por otro, envueltos en litigios desde hace años. También abundan los relatos del carácter intratable e intolerante del músico, preocupado obsesivamente por la interpretación correcta de su música. Un libro, en fin, interesante y muy completo tanto para los fans de Piazzolla como para los que quieran adentrase por primera vez en esta sensacional música. En esta página, pueden descargarse varios discos del autor, de los que recomendaría un par de ellos:

Hora Zero (1986)


La Camorra (1989)



2 comentarios:

  1. llegué al tango de mano de Antonio Bartrina (el camino al revés), y me acompaña desde hace años, nunca fue de mi devoción el gran renovador Astor, siempre preferí a los clásicos y sus emuladores (esto choca con mi gusto por malevaje o la chicana), estoy enamorado de Adriana Varela y de la tabernaria voz de Julio Sosa. muy bueno el post.

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  2. Nunca he sido muy aficionado al tango, hasta que descubrí a Piazzolla y, por las buenas recomendaciones del añorado Vázquez Motalbán, a la Gata Varela (de la que comparto contigo el enamoramiento absoluto). ¿Conoces este vídeo?

    http://espitolas.blogspot.com/2010/11/de-nuevo-adriana-varela.html

    Luego vinieron Gardel y Troilo, y poco más puedo aportar. Estas "Memorias" aportan muchos testimonios valiosos, aunque si no te llama Piazzolla, después de leerlas puedes detestarlo, pues era un cabronazo de primera.

    Muchas gracias por pasarte y comentar. Un abrazo!

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